Ignorar y despreciar la experiencia acumulada es un defecto grave. Más en un presidente del Gobierno y más todavía en materia de lucha antiterrorista. Pero Zapatero se dispone a demostrar que une al anterior rasgo la rara capacidad de no aprender de la propia experiencia. Claro que sería injusto atribuirle en exclusiva esa impermeabilidad a lo real. En regalarle los oídos a Batasuna han competido estos días varios ministros. Como si el apéndice de ETA fuera un grupo de colegiales, le han explicado lo fácil que es saltar la valla que separa la ilegalidad de la legalidad, que viene a ser el caramelo de premio por un pequeño gesto amable. "Simplemente con condenar la violencia será suficiente", ofrecía, Blanco, generoso. Cámbiese "condenar" por "oponerse", agréguese a la violencia un "venga de donde venga" y estaremos más cerca de facilitar el retorno, a lo grande, de un apéndice de la banda terrorista a las instituciones.
Hay un libro del abogado Alan Dershowitz que se titula ¿Por qué aumenta el terrorismo? A lo largo de sus páginas se expone, con hechos, la respuesta: aumenta porque funciona. Darles a los terroristas la esperanza de que el crimen reporte algún beneficio sólo garantiza que persistan en él. Frente a esa noción elemental y contrastada, se sitúan los creyentes –iluminados y oportunistas– en la "solución política" del terrorismo. La insistencia en buscar y propiciar una disensión entre Batasuna y ETA obedece a esa visión o, mejor dicho, ceguera. No hay "solución policial", suelen alegar sus defensores, porque la banda dispone de apoyo entre la población. Así que entramos en los coqueteos políticos y en la dialéctica del palo y la zanahoria. En suma, en brindarles a los terroristas y a sus seguidores la ocasión que esperan: el momento de discutir el precio, que es el instante en que el terror prueba su eficacia como instrumento de acción política.
Zapatero quedó conmocionado tras el atentado de la T-4. No se lo podía creer. Pues ahí está, de nuevo, abierto a creer a una banda terrorista que se está trabajando hábilmente su presentación a las elecciones. Y abierto a ponerse otra vez en sus manos. Este regreso a los mensajes cruzados, a los movimientos de ficha y a la creación de falsas expectativas, que sirvieron de prolegómeno a la negociación política de la primera legislatura, es un regreso a ninguna parte. A ninguna buena.