En la Eurozona más castigada se ha estado aguardando, y de qué manera, este momento estelar que, contra todas las apariencias, son las elecciones alemanas del domingo. Hay gobiernos europeos que han tomado decisiones o que no las han tomado en espera del desenlace, como también ha hecho sus pausas la canciller Merkel, prudente über alles, a fin de no poner en riesgo su reelección. La reelección que ella y su partido prefieren en el muy probable caso de que se les escape la mayoría absoluta es la de la coalición con el FDP, la que ha venido gobernando estos cuatro últimos años. Y ahí está el detalle, que ese partido liberal se halla al borde de la extinción como fuerza parlamentaria y su suerte es la única moneda que está en el aire. Así que de cómo caiga depende que haya más de lo mismo o… menos de lo mismo.
Sí, menos de lo mismo, pero lo mismo. Porque la política alemana para la eurocrisis, que es lo que nos interesa, no se va a alterar en lo esencial. Los principales partidos, CDU, SPD y Verdes, coinciden en que Berlín debe garantizar el proceso de estabilización de la Eurozona, pero coinciden igualmente en la exigencia de disciplina fiscal. Cierto que el grado de exigencia varía y eso representa una diferencia, incluso una diferencia notable. Pero la exigencia estará ahí por la poderosa razón de que ninguno de los grandes partidos someterá a riesgos el dinero de los contribuyentes alemanes. Si hay algo meridianamente claro es que el electorado castigará a quien lo haga. Cualquiera de las combinaciones de gobierno probables conduce a esta ducha fría: A los países del sur de Europa, el lunes, 23 no vendrá a vernos Santa Claus con los regalos.
Las sorpresas no están en el menú de la fiesta electoral alemana, pero cuidado. En un provocativo artículo en el New York Times, el periodista alemán Stefan Kornelius se preguntaba si Merkel era demasiado aburrida para Alemania, ¡incluso para Alemania!, y si los votantes iban a apostar otra vez por su estilo clínico y su metódico "paso a paso". Merkel es buena canciller pero mala política, y no le gustan ni se le dan bien las campañas electorales. En las dos ocasiones anteriores, advertía Kornelius, ganó por menos margen del que pronosticaban los sondeos. Claro que todo lo extraordinario que puede suceder es que Merkel y Steinbrück, conservadores y socialdemócratas, se junten de nuevo en una gran coalición. No será una novedad y conviene destacar que una coalición así, tan impensable entre nosotros, se asienta en que los alemanes prefieren el consenso a la confrontación. Eso tiene sus desventajas, pero visto desde España sólo se les puede envidiar una vida política tan aburrida.