La Conferencia Política del PSOE va a debatir oficialmente una ponencia que ocupa casi 400 páginas. Tal desafío a la brevedad en estos tiempos de Twitter es útil para ocultar - los árboles no dejan ver el bosque- una falta de definición atronadora. El de la ambigüedad calculada es un terreno muy propio de la política, pero en los socialistas hay en eso menos cálculo que estricta necesidad. En los dos asuntos más calientes que tienen entre manos, tan calientes que les están quemando, esto es, la política económica y el reto secesionista del nacionalismo catalán, o no tienen nada relevante que decir o dicen una cosa y su contraria. La tercera vía a ninguna parte. Quieren peces, pero sin mojarse el culo.
Justo es reconocer que la crisis económica pilló con el carrito del helado a todos los partidos socialistas y socialdemócratas –pijotera pero interesante distinción– de la vieja Europa. Pero ese traspié lo resuelve fácilmente el PSOE culpando a la hegemonía neoliberal, como si los socialdemócratas no hubieran tenido arte ni parte y como si ellos mismos no hubieran gobernado España antes del estallido. Es verdad que confiesan algún error, pero siempre con un "quizás" por delante. A estas alturas, todavía no han dejado claro ante lo que queda de sus votantes si aquel plan de ajuste de Zapatero de mayo de 2010, donde sitúan el origen de sus males, fue una equivocación, un acierto o un extraño híbrido: un error acertado.
Lo que no hay modo de vislumbrar en la arboleda es una alternativa a la política "neoliberal" que, según dicen, lleva la voz cantante en la gestión de la crisis europea. Vale, sí, mutualizar la deuda, mantener el Estado del Bienestar, tal vez reformarlo pero sin rebajar nada, menos austeridad y más gasto público, ¡para qué cortarse!, y cuando llega la cuestión fundamental, ¿quién paga?, el humo de las quimeras fiscales. Pero eso no es una alternativa, sino una carta a los Reyes Magos. Para ser más precisos, es una carta que el PSOE debería dirigir a los socialdemócratas alemanes.
La crisis de la socialdemocracia viene marcada tanto por la ausencia de alternativa como por su multiplicación: cada uno va a lo suyo. Con la crisis económica les ha sucedido, salvando distancias, lo mismo que hace casi cien años con la guerra. En 1914 la Internacional Socialista se fraccionó y descompuso ante la Primera Guerra Mundial. Para escándalo de los revolucionarios, los partidos socialistas apoyaron a los gobiernos de sus países cuando entraron en la contienda. Frente al discurso de clase, se impuso el discurso nacional. De manera similar ahora: vaya Rubalcaba a decirle al SPD que la austeridad es una estupidez, casi un delito, y que el contribuyente alemán debe poner más de su parte. Pero relajémonos. No hay que temer que asuntos tan espinosos quiten el sueño a la Conferencia Política. Ahí lo capital, lo verdaderamente apasionante, será la pelea por la pole position en las primarias.