El diputado Ignacio López-Chaves es, a todas luces, un bicho raro. Se empeña en hablar en español en el parlamento gallego, como antes lo hacía en el ayuntamiento de Vigo. Cuando la mayoría de sus compañeros de filas, del Partido Popular, optaron por inclinarse cual flexibles juncos orientales ante la proscripción de la lengua común, él se mantuvo en sus trece. Pero no sólo desafió de ese modo la ley no escrita que impide expresarse, en el ámbito político, en el idioma oficial de España y cooficial en Galicia. Resulta que persistió en invocar la ley escrita. Y eso es demasiado.
Puntualmente, cada vez que se reunía la comisión de Cultura del parlamento, de la que el diputado es secretario, se resistía a que su presidente transformara a Galicia en Galiza. Al nacionalismo galaico se le indigesta que el nombre de esta región sea idéntico en gallego y en español. El narcisismo de las pequeñas diferencias no tolera tales igualdades. De manera que los bloqueiros gobiernan en Galiza, aunque no dejen de beneficiarse de los tributos que se abonan en Galicia.
La oposición de López-Chaves a legitimar la existencia de ese territorio ficticio, privativo y privado del nacionalismo, le ha valido finalmente su expulsión de la comisión. Un castigo que ha merecido el aplauso de los socialistas, que compran su permanencia en el poder rindiendo vasallaje a los fanáticos de la nazón. Además, como acaba de decir Touriño, tras apearse de su nuevo super-Audi, no hay conflicto lingüístico alguno; sólo polémicas artificiales. No existen, por tanto, imposiciones y los gallegos pueden elegir libremente cualquiera de los dos idiomas. Los nacionalistas habitan en Galiza y los socialistas en la negación de la realidad, que es un país muy suyo.
En fiel reflejo de la sumisión delestablishment al nacionalismo ambiental, las crónicas de la prensa galaica recogían con fastidio la contumacia del diputado. Es intolerable que alguien perturbe la calma cuestionando los tabúes y fetiches de la tribu. Pendiente de decidir está si López-Chaves es un marciano, como apuntanlos libros de texto catalanes, o un Michael Jackson, opción elegida en Galicia por esos manuales. Cuando los alumnos debidamente adoctrinados lleguen a plumillas, el título que lleva este artículo aparecerá en los papeles. Eso, claro está, en el improbable caso de que todavía quede un diputado que hable español en las taifas.