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Queremos ser los más golfos

Cuánta razón llevaba Juan Marichal cuando acuñó lo del 'narcisismo masoquista español'.

Salvo por los tres o cuatro cenizos de siempre, nadie en España sospechaba que esto era un piélago de corrupción, a juzgar por la poca atención que merecía el asunto durante los años de bonanza. Pero una vez que ha calado la existencia del azote, no es cosa de quedarse cortos, así que hemos de ser la más pútrida de las ciénagas, con los políticos más ladrones de la galaxia y un catálogo de desmanes que sólo en este país resulta imaginable. Cuánta razón llevaba Juan Marichal cuando acuñó lo del narcisismo masoquista español. Ese curioso rasgo aflora hoy en una visible inclinación a no contentarse con que España figure en el promedio en materia corrupta. Tiene que ser primera, excepcional y number one en lo peor.

Con este ambiente, son raros los artículos como el que dedicaba Francisco Sosa Wagner, en el diario El Mundo, al caso de las donaciones ilegales a la CDU alemana, también conocido por affaire Kohl. El eurodiputado de UPyD escribía con el propósito de que el episodio sirviera de "ayuda, terapia y brújula" para afrontar nuestras desventuras. Pero, lo digo por experiencia, si uno expone trapos sucios de países del entorno a fin de situar los nuestros en perspectiva, se arriesga a que le disparen un "¡Usted quiere defender a los corrutos!". Sáquese que un presidente de la república francesa fue condenado por corrupción y otro fue acusado de recibir diamantes y más regalos del dictador Bokassa, y habrá abucheos.

¿Italia? Italia no vale. Es sabido que aquello fue Tangentopoli, aunque se repara menos en que, después de la catarsis, fue Berlusconi quien ocupó el hueco de los podridos políticos tradicionales. Además, Italia, según contaba Montanelli, ha dado directores de periódicos que eran finísimos intelectuales y no admitían que la portada llevara noticias escandalosas que perjudicaran sus coronarias. O dañaran su credibilidad, cabe añadir a la vista de este caso nuestro de las fotocopias publicadas como papeles de Bárcenas y que Bárcenas niega haber escrito. Aunque lo política y sociológicamente relevante es que el público les dio crédito. Yo creo que se indignó al visualizar a los jefes del PP yendo a un despacho a recibir, de tapadillo, un sobre con dinero. Porque a estas alturas a ningún adulto sorprenderá que los partidos busquen financiación debajo de las piedras y en el ladrillo.

Eso hacía la CDU alemana –los socialdemócratas también tenían sus manantiales–, y la pillaron. El que iba a heredar a Kohl hubo de dimitir tras reconocer que había recibido un sobre con 100.000 marcos de un lobista de la industria del armamento, cosa que había negado antes en el Parlamento. De la proverbial rectitud alemana se esperaría que ese político hubiera desaparecido del mapa. Pues ahí está, tan pichi. Es Wolfgang Schäuble, el poderoso ministro de Finanzas. Pero no digamos que en todas partes cuecen habas. Que nadie nos quite el puesto, que queremos ser los más golfos.

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