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Cristina Losada

'Poor Catalonia!'

Cataluña está siendo empujada al aventurerismo político más descabellado.

Cataluña está siendo empujada al aventurerismo político más descabellado.

El presidente Mas y su consejero Homs firmaron sendos artículos en el New York Times y The Guardian a fin de preparar al mundo para el asombro. Para el asombro y la simpatía compasiva. Porque, de tomar en serio el relato de los dos nacionalistas, no habría en el planeta un lugar que padeciera tantos desaires y agravios como Cataluña, ni que los soportase tan paciente y civilmente. Maltratada de palabra y de obra, pisoteadas su lengua y su cultura, rechazadas sus razonables peticiones y siempre incomprendida por una España brutal e intolerante, ha permanecido dialogante, pacífica, respetuosa y modesta: sólo pide que le dejen decidir su destino. Pura cuestión de democracia.

Puro cómic de buenos y malos el que dibujaban Homs y Mas en sus piezas. Unas piezas de propaganda política, que por supuesto ocultaban que su partido se ha dedicado concienzudamente a crear y atizar el resentimiento contra el resto de España en la sociedad catalana. Y que ha hecho tal cosa utilizando los notables medios (de comunicación, financieros, educativos) de que dispone el gobierno de una región rica como ha sido y aún es Cataluña. Lo que el nacionalismo ha venido organizando allí no son los Dos Minutos de Odio de la distopía orwelliana. Todas las semanas han sido Hate Week, y lo han sido durante décadas.

El nacionalismo catalán ha aprovechado la peor crisis económica de España –y de la Eurozona– para achacar las dificultades a la aportación catalana a las arcas estatales y asegurar que tendrían milagrosa solución en un Estado independiente. Esto es tan irreal que hasta Mas delata en su artículo que el agravio financiero, ese central argumento para la separación, es sólo bullshit. Dice primero que la ayuda que Cataluña presta "a las regiones más pobres de España" ha ido demasiado lejos. ¡Hasta aquí hemos llegado! Pero cuatro párrafos después se jacta de que si fuera un Estado integrado en la UE, Cataluña sería "un contribuyente neto a sus presupuestos". El dinero no es problema.

Leyendo a Mas y Homs se diría que la lengua catalana se encuentra bajo amenaza de ser suprimida de la enseñanza, cuando es la lengua común, el español, la que está prácticamente proscrita de las aulas catalanas. Se diría, leyéndolos, que los gobiernos centrales han rechazado siempre, y de malos modos, las demandas de la autonomía catalana, cuando es incierto. ¡Más cierto es lo contrario! Como se diría, de hacerles caso, que su autonomía está tremendamente constreñida por el gobierno central, cuando las comunidades españolas disponen de más competencias que, por ejemplo, los Länder alemanes. Y, claro, tras leerlos se diría que la autodeterminación y la secesión son derechos civiles que reconoce cualquier buena democracia del mundo.

Como remate de esta arquitectura de falsificaciones, ahí está la glorificación de 1714 y del falso mártir, Rafael Casanova. Una guerra de sucesión al trono de España, en la que Cataluña se alineó con los perdedores, ha sido transformada por el nacionalismo catalán en una guerra de secesión por las libertades catalanas. En fin. No sé si muchos lectores del Times y del Guardian habrán sacado el pañuelo para enjugarse las lágrimas por esa desgraciada Cataluña que pintaban Mas y Homas. Pero sí, bien pueden sacarlo. Pueden sacarlo por una Cataluña que está siendo empujada al aventurerismo político más descabellado. Poor Catalonia!

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