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Cristina Losada

Pero, ¿qué han hecho los suizos?

La bochornosa renuncia de los políticos europeos a custodiar los principios que vertebran a las sociedades libres, ha dejado un vacío. La consulta sobre los minaretes ha servido para canalizar una inquietud a la que los grandes partidos dan la espalda.

La modélica ONU, los gobiernos progresistas, la prensa ortodoxa y los habitantes del maravilloso mundo de Alicia, claman estos días en indignados tonos contra los suizos. Los descendientes de Guillermo Tell han cometido un pecado que, en estos tiempos, se castiga con pena de excomunión, sambenito y hoguera. Eso, si el tribunal internacional de la corrección política, cuyo poder envidiaría Calvino, se muestra indulgente con los infractores. Pues un 60 por ciento de los suizos ha hecho algo peor que vetar la construcción de nuevos minaretes. Lo que han hecho, y por eso se les condena desde los foros y faros de la antigua civilización, es rebelarse contra la orden que impone que nunca, bajo ningún concepto, ha de defenderse la sociedad abierta frente a los intentos de destruirla.

Por desafiar esa prohibición, por pensar, como Popper, que la tolerancia ilimitada conduce a la desaparición de la tolerancia, los suizos han sido declarados culpables de islamofobia, xenofobia, racismo y ultraderechismo. Son los delitos de los que se acusa a cualquiera que se atreve a alertar contra la extensión del integrismo islámico. Quien ose romper la placentera unanimidad del establishment sobre la inconveniencia de proteger valores universales, como la igualdad de hombres y mujeres, frente a prácticas culturales y religiosas que los vulneran, recibe siempre tales improperios. Así, Fallaci, Hirsi Ali, el asesinado Pym Fortuym. Pero, ¿he dicho valores universales? Noooo. Cada "cultura" tiene los suyos y todos son respetables. Menos los nuestros.

Los suizos, repiten las cacatúas del obtuso conformismo, han votado por "miedo". Pero, ¿quién tiene miedo? La mayoría de los votantes, tomen nota por aquí, no ha temido incomodar a quienes financian ni a quienes perpetran atentados en nombre de Alá. El Gobierno suizo, en cambio, ha tratado de infundir el pánico una vez conocido el resultado, cuando a través de su titular de Exteriores voceó: "Pone en peligro nuestra seguridad". Rendición preventiva se llama la película. Y sumisión. Y desistimiento. La bochornosa y transversal renuncia de los políticos europeos a custodiar los principios que vertebran a las sociedades libres, ha dejado un vacío. La consulta sobre los minaretes ha servido de ocasión para canalizar una inquietud a la que los grandes partidos dan la espalda. Pero no preocupan los inmigrantes, como dice el manual del progre de salón. Preocupan la sharia y la yihad. Los suizos han demostrado que aún quedan ciudadanos en Europa.

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