Zapatero competía con CSI-Miami, que es mucho CSI, y Zapatero ganó. La mayoría de los españoles confiesa en las encuestas que no le interesa la información política. Sin embargo, quisieron ver al presidente del Gobierno en Tengo una pregunta para usted. Ese "sin embargo" se me ha colado. Sobra. No confundamos la información con el espectáculo. Si unimos la avidez por el show con el hecho de que, pese a su desinterés por la política, la mayoría acude a votar cuando toca, tenemos un retrato inquietante de la cultura democrática española. No se vota en función de la información, sino del espectáculo.
En su representación ante los que "representaban" a los ciudadanos, Zapatero probó la credulidad del público interpretando varios papeles. Volvió a dar cuerpo al "hombre bueno", el que puede ¡quizás! equivocarse pero no engañar, y el que por las noches, en la intimidad de la alcoba, comparte con su mujer su honda preocupación por los parados. Apareció el Zapatero Juan Pueblo, uno más, igualito a los que se sentaban frente a él, tan apabullado como ellos por una crisis que presentó como foránea y sorpresiva, y preguntándose como cualquiera qué podemos hacer para salir del pozo. Y tampoco faltó el Zapatero humilde, el que está dispuesto a la "autocrítica" y reconoce un error, uno sólo, que no es cuestión de fustigarse.
Apenas refleja esta breve lista el nutrido elenco de personajes que desfilaron con la apariencia de ZP, pero más interés que anotar a los presentes tiene señalar a los que estuvieron ausentes. Y el gran ausente fue el presidente del Gobierno. El único mensaje propio de su cargo que ofreció Zapatero no era suyo. No podía serlo: no tiene ninguno. Lo suplió con un pobre remedo del mensaje de Obama, tan televisivo y tan de moda. En la versión zapaterina se tradujo y redujo a "compromiso" y "confianza". Quería ser un llamamiento a la nación, siempre sin pronunciar esa palabra, pero, ¿qué es la nación para Zapatero, si es algo?
La respuesta está en la pregunta. En la que le hizo un militar de Albacete sobre susentadaante la bandera de Estados Unidos. Pues en aquel gesto, que ahora niega con increíble desparpajo, quedó escrita buena parte de la contestación. Para ZP, no hay nación, sino Gobierno. Ni la bandera ni las instituciones merecen por ello su respeto. Sólo adquieren respetabilidad, y ante todo utilidad, cuando la mayoría propia, o sea, el propio partido, puede escudarse en una y ocupar las otras. Zapatero carece de sentido de la nación. El PSOE no es escuela para aprehenderlo. De ahí que el personaje de presidente del Gobierno fuera el más vacío y endeble de cuantos se pasearon por el plató. Otra cosa es que los españoles prefieran no tener un presidente.