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Cristina Losada

Los socialdemócratas que no juegan a la "memoria histórica"

La “memoria histórica” se presenta justo como lo contrario del olvido: como un deber político y moral de recordar. Nada más falso.

La "memoria histórica" no es un invento español y mucho menos de Zapatero. En esto, como en tantas cosas, el PSOE es fiel al "¡que inventen ellos!". A recordarlo viene la noticia de que el presidente del SPD, el partido socialdemócrata alemán, no es partidario de que Goslar, su ciudad natal, le retire el título de ciudadano ilustre a Hitler. Periódicamente, alguna villa alemana salta a la actualidad por este asunto. Unas cuatro mil ciudades le concedieron tal honor al Führer durante los doce años del nazismo. La mayoría se lo quitó enseguida, en cuanto cayó aquel régimen de rufianes, como definía Sebastian Haffner a los nazis. Es entonces cuando hay que hacer, si hay que hacerlas, estas cosas. En caliente.

Por olvido, dejadez o lo que sea siempre quedan rezagados como Goslar, una pequeña ciudad de la Baja Sajonia que se plantea eliminar a Hitler de la lista de ilustres casi siete décadas después del fin del Tercer Reich. La propuesta ha venido de la paleoizquierda, esto es, die Linke, un partido formado por escindidos del SPD y antiguos comunistas de la RDA. Y la sorpresa mediática ha llegado de la mano del jefe del SPD,  Sigmar Gabriel, que en una visita a su villa natal opinó así de la iniciativa: "Se intenta blanquear de ese modo algo que no puede blanquearse".

El socialdemócrata apuntaba a uno de los motivos que de forma vergonzante impulsan las campañas por la retirada de estatutas, lápidas, honores y demás parafernalia de dictaduras enterradas hace tiempo: se quiere hacer como si nunca hubieran existido. En lugar de apechugar con lo que sucedió y con lo que se hizo, se pasa el borrador a ver si desaparece.

El empeño es inútil: la Historia no se puede borrar. Pero intentar, ay, se intenta. No se explicitará tal propósito, pero esas operaciones de limpieza encuentran respaldo precisamente por eso. Porque componen la ficción de que el mal no existió y en consecuencia, nadie tuvo parte en ello. Es decir, nadie fue nazi. O, como viene sucediendo aquí, nadie fue franquista. ¡Qué dices! Todo el mundo corría delante de los grises y hasta los bebés brindaron con champán a la muerte de Franco.

La "memoria histórica" se presenta justo como lo contrario del olvido: como un deber político y moral de recordar. Nada más falso. Trata de reescribir la Historia y en esa reescritura el recuerdo es actor secundario. Puro pretexto. Se recuerdan ciertos hechos para adaptarlos a la versión políticamente útil y se eliminan recordatorios -como los símbolos- con el mismo objetivo. No es un ajuste de cuentas con el pasado, sino un intento de cambiarlo. Era eso lo que deploraba Sigmar Gabriel.

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