Los hooligans no aspiran a quince minutos de fama, sólo a segundos basurientos. En la Copa del Rey de baloncesto, los chicos de la pitada, primos de los de la gasolina, hicieron alarde de un gamberrismo que se pretende adornar con perendengues políticos. Aunque lo suyo es pura esquizofrenia. Acuden como borregos a una final deportiva española, y, al tiempo, van a ciscarse en España. Atrapados en el callejón, resuelven con grosería el trance. Así, ya pueden volver a sus tabernas como hombrecitos y jactarse de haber gritado más que nadie. Y eso, porque faltaba el senador Anasagasti, que se sueña un Manolo el del Bombo con una trompeta de 2.000 megavatios. Fantasías de la senectud, compréndanse.
La parte incomprensible no es, desde luego, la existencia de los montaraces. Raro sería que no hubiera anti-españoles en las Vascongadas tras varias décadas de cuidadosa y sistemática crianza de esa incivil ganadería. Cualquiera que se asome a los libros de texto que manejan allí los escolares, entiende que les resulten ajenos, despreciables y odiosos España y la Constitución, el Estatuto de Autonomía y el idioma español. En la reciente obra de Pedro Antonio Heras, La España raptada. La formación del espíritu nacionalista, se puede medir el grado de adoctrinamiento y manipulación emocional alcanzado en la enseñanza. Un proceso que ha contado siempre con la aquiescencia, por desistimiento, de los gobiernos de Su Majestad.
En Baracaldo, como antes en Mestalla, el Rey recibía los frutos de la pedagogía del odio como máximo representante de España. Pero los dos grandes partidos han preferido mirar para otro lado. Pajín y Corbacho sostienen que el abucheo iba dirigido contra el monarca, como si los exaltados fueran una banda de republicanos. Patxi López se refugia en un "no me muevo por himnos" para pedir respeto a las personas, tan elementales, que sienten afecto por esas antiguallas. Oiga, la próxima vez ponga algo de Pink Floyd, a ver si hay más suerte. Y desde el PP, Cospedal asegura que "el clima político" ha cambiado en el País Vasco, pues la pitada contra España es lo propio de un clima de convivencia agradable. El caso es huir de la evidencia y escapar de responsabilidades. En suma, lo que se ha venido haciendo hasta ahora.