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Cristina Losada

La vía catalana hacia Somalilandia

Yo no sé si los encadenados a la Vía Catalana tienen noticia de que su viaje acaba en Somalilandia, pero confío en que ese destino no les espante.

Yo no sé si los encadenados a la Vía Catalana tienen noticia de que su viaje acaba en Somalilandia, pero confío en que ese destino no les espante.

Ni un figurón del españolismo cañí ni un neandertal de la caverna mediática, sino Francesc Granell, catedrático, director general honorario de la Comisión Europea, miembro de la Real Academia de Ciencias Económicas, poseedor de la Creu de Sant Jordi y primer jefe que tuvo Artur Mas en la Generalidad. Mientras su antiguo subordinado arengaba a las masas contra la "campaña del miedo", quiso el azar que se pudiera leer una entrevista con Granell en la que explicaba punto por punto qué lugar ocuparía una Cataluña independiente en el concierto de las naciones.

Granell es especialista en organización económica internacional, prestó servicios en la Comisión Europea entre 1989 y 2002 y participó en las negociaciones de adhesión a la Unión de varios países. Es, en fin, una personalidad respetada en los ámbitos europeo, español y catalán. Naturalmente, no es hombre de partido, aunque su trayectoria permitiría situarlo en las proximidades de CiU. Pero una cosa es ser catalanista y otra es perder el sentido de la realidad. Y aún otra es hacérselo perder a la gente, vulgo engañarla.

De manera que mientras Mas instaba a los catalanes a taparse los oídos cuando se diga que una Cataluña independiente saldrá de la UE, Granell ratificaba, en el diario El País, aquello que sabe cualquier persona informada. Básicamente, que ni en la ONU ni en la UE habrá una silla para un Estado catalán. "Podremos llegar a ser un Estado, pero no un Estado reconocido con vida internacional normal". En cuanto al euro, sí, se podría usar, pero un país que no pertenezca a la UE tampoco es "miembro de pleno derecho del euro".

Quienes piensen que, a pesar de los tratados, los precedentes y las palabras de Almunia, siempre será posible algún apaño, un arreglito por debajo de la mesa, una entrada por la puerta de atrás, mediten sobre esto: "No veo que tengamos aliados ni en Europa ni en el mundo para la causa del Estado propio". Con sereno realismo, Granell fue pasando por la trituradora cuantos espejismos ofrece Mas a los ilusos de la caravana secesionista para que crean que sale gratis. Y con la misma tranquilidad citó los dos modelos que esperan al final del camino: Kosovo y Somalilandia.

Yo no sé si los encadenados a la Vía Catalana por la independencia tienen noticia de que su viaje acaba en Somalilandia, pero confío en que ese destino no les espante. No es buen independentista el que no esté dispuesto a arrostrar las consecuencias. Somalilandia, a fin de cuentas, sólo es un Estado fallido porque el mundo insiste en no reconocerla, aunque Etiopía parece predispuesta. Pero sus tradiciones están a buen recaudo, su sistema de clanes la dota de estabilidad y puede presumir de moneda propia, banco central y todo lo demás. Como los mayores.

Qué le costaría a Mas hacer la prueba de decir la verdad. Decirle a la gente que vale la pena ser como Somalilandia. Que la independencia está muy por encima de rastreros cálculos mercantiles y que Cataluña estará orgullosa de pertenecer, por ejemplo, a la UNPO. De sentarse en la Organización de Pueblos y Naciones No Representados, junto al Estado Federado de Hmong Chao Fa, el Partido Nacional de Baluchistán o el Frente Moro de Liberación Islámica, y hacerles desde allí unas buenas peinetas a la UE, a la ONU y a España. Sea.

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