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Cristina Losada

La nueva vieja capucha

Sólo han manifestado la intención de oponerse a la violencia de ETA "si la hubiera", un condicional que sirve, a la vez, de subterfugio y de recordatorio. Es la sombra de la amenaza: puede haber violencia si no nos dejan acudir a los comicios.

Quién diría que Batasuna es ilegal. Dos individuos vinculados a dicha organización y, por lo tanto, a ETA presentan un nuevo partido y suscitan enorme expectación en la prensa y en la política. Equivale ese revuelo a una suerte de re-legalización anticipada y, desde luego, brinda al entorno y al núcleo de la banda criminal el foco de atención que ambos necesitan. Todavía se ignoran la letra de los estatutos y el nombre de esa criatura frankensteiniana, forjada en laboratorios tan poco de fiar como sus padrinos, sean los que peroran a cara descubierta, sean los que hablan tras ridículas capuchas. Pero el vacío informativo no ha impedido que los partidos y el Gobierno se explayaran con cautela, con rechazo o con buenísimos deseos. Cuando bastaba una flecha que señalara el itinerario de la ley y la justicia, y apuntara a la experiencia.

Quién lo diría, pues las intervenciones de los voceros batasunos aparecen en ciertos papeles con las campanillas que se reservan para los grandes discursos. Los que llevan años descubriendo inverosímiles indicios de ruptura entre la ETA y la ETA, creen estar ahora, por fin, más cerca que nunca de ese imposible. Sin embargo, hasta las palabras, elegidas como han sido para la ocasión, marchan firmes en dirección contraria. Aunque Marcelino Iglesias se empeñara en permutar los términos, no hay condena a la banda terrorista en los propósitos que declaran los marchantes del nuevo embozo. Sólo han manifestado la intención de oponerse a la violencia de ETA "si la hubiera", un condicional que sirve, a la vez, de subterfugio y de recordatorio. Es la sombra de la amenaza: puede haber violencia si no nos dejan acudir a los comicios.

De haber querido abandonar su condición de cómplices de una banda terrorista, los Rufi y compañía no se hubieran limitado a rechazar una eventual violencia futura. Condenarían la historia de terror de ETA, ésa que, por desgracia, ya está escrita, y ofrecerían su colaboración a la policía y la justicia para acabar con ella. Es así cómo se rompe con una organización terrorista. No hay otra vía. Pero el Gobierno ha decidido premiarles con afectuosas palmaditas por haber mejorado su comportamiento. Los pupilos revoltosos van por buen camino. Por el camino de colarse con otro cambio de capucha.

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