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Cristina Losada

La fantasía roja del PSOE

Justo los días en que el PC chino decidía dar más protagonismo al mercado, aquí en España el PSOE celebraba una conferencia para hacerse más rojo.

Justo los días en que el PC chino decidía dar más protagonismo al mercado, aquí en España el PSOE celebraba una conferencia para hacerse más rojo.

Justo los días en que el Partido Comunista chino decidía dar más protagonismo al mercado en la economía, aquí en España el Partido Socialista celebraba una conferencia para hacerse más rojo. Unos menos y otros más, así va el mundo del rojerío. Pero ya nos conocemos. La rojez del PSOE es una tonalidad psicológica. No tiene ninguna consecuencia práctica. Ni teme nadie que la tenga en el futuro. Tranquilos y despreocupados están esos "grandes capitales", esos "poderosos" contra los que cargan nuestros socialistas cuando se ponen el metafórico trapo rojo al cuello. ¡Ya nos conocemos!

Se escribió en los años noventa, y desde áreas próximas al socialismo, que la estrategia de Felipe González consistía en reafirmar enfáticamente los principios y en impedir que se inmiscuyeran en la acción. La retórica incendiaria enmascaraba la práctica que la contradecía. Con una mano, con el discurso radical, se marcaba el territorio y se engatusaba al público del flanco izquierdo; con la otra, se gestionaba tan convencionalmente como lo hubiera hecho cualquier partido del establishment. En aquel PSOE se llegó a personificar esa dualidad. Tenía a Guerra dando caña a los ricos y tenía a Boyer o a Solchaga, el que presumió de que España era el país donde uno podía enriquecerse más fácilmente.

El doble juego siempre es un equilibrio inestable. Aquello de Lincoln: se puede engañar a todo el mundo algún tiempo, incluso se puede engañar a algunos todo el tiempo, pero no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo. No se descarte tampoco que el efecto de tanta engañifa sea ése, tan patético, de creerse la propia propaganda. Porque uno empieza por decir aquello en lo que no cree y acaba por creer en lo que dice. Nada de eso les pasará a los profesionales de la política, pero los aficionados, en fin, son criaturas que creen, como Talegón, que la Internacional Socialista va a hacer la revolución y no puede alojarse en hoteles de lujo.

El PSOE tiene temporadas de hacerse más rojo y no hay que tomar esos cambios de humor sólo como artimaña electoral y engañabobos. Lo son, pero también son algo más. Rozan la excusatio non petita. Se quieren perdonar a sí mismos: no hemos sido suficientemente rojos, ahora lo seremos y tal. Es un complejo muy del socialismo español postfranquista. Y por tener un pie en la utopía se enganchan a símbolos de una ideología que resultó criminal. ¿No habían hecho su Bad Godesberg? Aunque la pregunta es: si tan rojos quieren ser, ¿por qué están en el PSOE?

Los militantes socialistas con fantasías rojas se han equivocado de partido. Vayan cuantos deseen auténtica rojez, Valenciano, Talegón y compañía, por ejemplo, a la Unión de Comunistas por la Construcción del Partido. Ah, ya, que ahí no se factura y hay que vivir.

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