Los socialistas ya le han puesto título a la película. Las nuevas leyes de seguridad que prepara el Gobierno son "leyes de represión ciudadana". Este es un clásico del cine negro de nuestra izquierda: la derechona no vela por la seguridad ciudadana, sino que reprime a los ciudadanos; no respeta los derechos y libertades, sino que los machaca con una buena porra. Ya se sabe.
Hay por lo menos dos verbos que el PSOE utiliza muy selectivamente. Que emplea en exclusiva cuando el sujeto de la acción no es un gobierno del PSOE. Uno es reprimir, como quedó dicho. Porque si un ministro socialista manda actuar a los antidisturbios eso no se llama represión. Igual es un diálogo, no sé, pero represión en ningún caso. Y otro verbo que sólo estampan en cabeza ajena es privatizar. No me pregunten por la diferencia, pero cuando ellos privatizan, no privatizan. Ni ponen caras de "huy, qué miedo".
A cuenta del proyecto de ley de seguridad privada, el PSOE está indignado por que los vigilantes de seguridad vayan a cachear a personas en los lugares que protegen. Bueno, en los aeropuertos lo vienen haciendo desde hace mucho tiempo. Ya lo hacían cuando estaban los socialistas en el Gobierno. Será que no cogen aviones ni usan el AVE. ¿Cómo viajará esta gente? Pero tampoco deben de pisar el metro ni por casualidad. En los que una conoce, la seguridad es privada y los vigilantes, si sorprenden a alguien cometiendo un delito, lo detienen. Más exactamente, lo retienen.
La posibilidad de retener a quien está perpetrando un delito -hasta que llega la policía- la tiene incluso cualquier ciudadano de a pie. Por lo demás, sería del todo absurdo que el vigilante de una joyería, que va armado, pudiera disparar contra los ladrones, pero no retenerlos. Que tuviera, digamos, licencia para matar y no para detener.
Por esa telegrafía de los titulares, cursa por ahí que los vigilantes podrán apatrullar las calles, usurpando las funciones de la policía local o la nacional. En realidad, se trata de calles en zonas comerciales peatonales o centros comerciales abiertos, y la vigilancia privada en ellos requiere autorización de las fuerzas y cuerpos de seguridad. Lo más interesante del caso es que ya hay zonas comerciales de ese tipo que disponen de seguridad privada.
Se ha dado en identificar a los vigilantes con los Rambos más o menos trajeados y malencarados que controlan la entrada en las discotecas. Pero un vigilante de seguridad es un señor (o señora) que va uniformado e identificado y que ha pasado unas pruebas del Ministerio del Interior. Asociaciones de guardias civiles y sindicatos policiales arguyen que su formación es inferior a la suya. Bien, sobre eso se puede discutir. Pero la escandalera por una ley que viene a regular muchos cometidos que ya realizaban los vigilantes es puro fuego de artificio. Es el cóctel de ignorancia y demagogia con el que ciertos partidos gustan de embriagarse. A fin de embriagar al desavisado, of course.