El escritor Álvaro Pombo, candidato de UPyD al Senado, declaró en una entrevista televisada que el copago en la sanidad no le parecía mala idea. Y, sin embargo, lo era. Tan mala idea, que su partido se apresuró a enmendarle la plana, y ello hasta el punto de que no le bastó indicar que Pombo había opinado por su cuenta, tentación en la que nunca debe caer un candidato, sino que decidió imputarle una equivocación, tal y como si hubiera querido decir una cosa distinta a la que dijo y no hubiera sabido expresarla correctamente. "Comete el error de llamar copago a racionalizar el gasto farmacéutico y combatir la hiperprescripción en pensionistas", pregonaba la fe de erratas que publicó, descortés, su partido. Ha de ser especialmente humillante para un veterano profesional de las letras y miembro de la Real Academia Española, que le hagan pasar por un principiante que cuando habla, no sabe lo que dice.
La proscripción de cualquier opinión personal, del menor indicio de que un candidato, un diputado, un senador son algo más que piezas intercambiables destinadas a rellenar una lista y calentar un asiento, es la norma tácita bajo la cual se desenvuelve la política en una partitocracia. En ocasiones los partidos, como UPyD en este caso, introducen en sus listas a figuras emblemáticas que escapan a ese perfil ovejuno que las cúpulas prefieren en la hora capital de designar a los elegidos. Pombo, sin duda, es una de ellas. Pero igual no le habían puesto al corriente de que encabezar una lista e incluso entrar en ella, conlleva la obligación de dejar de pensar y la renuncia a decir lo que uno piensa. Porque los partidos pueden conceder sitio de honor a los intelectuales, los escritores y los artistas, por citar a los más proclives a la indisciplina, aunque siempre a condición de que se circunscriban al papel decorativo. Y ésa es la paradoja. Los fichan para que confieran al partido una aureola de independencia, pero vetan o corrigen el primer balbuceo independiente que se permiten.
Pombo transgredió la ortodoxia política que prohíbe no ya proponer, sino mencionar el término "copago". Un tabú que alimenta la extendida creencia de que los servicios públicos salen gratis: pagan otros. Pero el correctivo que ha recibido el escritor es un recordatorio de las causas del sistema de selección negativa que rige en nuestros partidos. No hay lugar para quienes tengan criterio propio. Métete en política para esto.