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Cristina Losada

ETA en la Eurocámara

El legado de ETA, que es lo que Otegi representa, tiene la pretensión de vindicarse, de reescribir la historia para justificar décadas de crímenes.

El legado de ETA, que es lo que Otegi representa, tiene la pretensión de vindicarse, de reescribir la historia para justificar décadas de crímenes.
EFE

Con razón, Maite Pagazaurtundúa y Teresa Jiménez Becerril, ambas con familiares asesinados por ETA, protestaron vehementemente por la presencia de Arnaldo Otegi en un debate del Parlamento Europeo. A su protesta se unieron otros eurodiputados españoles de PP, Ciudadanos y UPyD, además de colegas europeos, y se apartaron expresamente los de IU y Podemos. Ambos partidos están en el grupo que invitó a Otegi.

La invitación era para hablar de "la situación del proceso de paz vasco", y no han de sorprender ni expresiones como proceso de paz, que prácticamente ya sólo está en boca de los herederos de ETA, ni un contenido centrado en la situación de los presos etarras, a los que Otegi calificó de "presos políticos". El Europarlamento permitió así que se difundiera desde esa cámara de resonancia una gravísima acusación contra España, donde no hay, como no los hay en ningún otro país de la UE, tal cosa como presos políticos.

Como novedad, Otegi se refirió a los etarras que están fuera de España como "refugiados" que “deben volver”. Refugiados, por tanto, como los sirios que huyen de la guerra civil y vienen a Europa; como los niños que se ahogan en el intento. Da la dimensión de la catadura moral del ponente esa analogía que trazó, esos sentimientos de dolor, lástima y solidaridad que quiso despertar invocando el drama humanitario de los refugiados, para volcarlos sobre miembros de una banda terrorista que asesinó sin piedad. A la que no le importó nada que en sus atentados murieran niños.

No ha de sorprender, decía, porque el legado de ETA, que es lo que Otegi representa, tiene la pretensión de vindicarse, de reescribir la historia para justificar décadas de crímenes; crímenes, que conviene recordar, perpetró en abrumadora cantidad cuando España ya era una democracia. A pesar de las generosas amnistías de la Transición, que vaciaron las cárceles de presos etarras, la banda continuó matando: lo hizo, sobre todo, a partir de entonces. Quizá haya eurodiputados que sigan viendo a la ETA con el halo mítico del antifranquismo. Deberán documentarse. Si quieren, que me temo que no.

La presidenta del grupo que invitó a Otegi, Izquierda Unitaria, es Gabriele Zimmer, alemana, del partido Die Linke, aunque le dio tiempo a militar en los ochenta en el SED, el partido comunista que dominó Alemania Oriental; el de Honecker, la Stasi y el Muro. Ahora se preocupa de los derechos humanos de los presos de ETA, como manifestó en una reciente visita a los parlamentos vasco y navarro. En la sesión con Otegi, Zimmer respondió a las protestas diciendo: "Tiene que haber una posibilidad de que integremos en el debate democrático de este Parlamento a personas que se han decantado conscientemente por un proceso de paz y participan en él activamente".

Bien, ¿por qué no invita al Parlamento Europeo a un exterrorista de ETA arrepentido? Los hay. Es verdad que algunos fueron asesinados por sus antiguos camaradas para dar un castigo ejemplarizante: para evitar arrepentimientos y reinserciones. Pero algunos hay, y estaría bien que fueran ellos los que dieran testimonio, en lugar de un Otegi del que no tenemos noticia de que se apartara asqueado de la historia criminal de ETA.

El proceso de paz en el que está Otegi es el proceso de legitimación de ETA que impulsan los que formaron el entorno, y no sólo el entorno, de la banda terrorista, desde que dejó de atentar porque apenas tenía capacidad para hacerlo. No fue Otegi el que decidió un buen día que ya estaba bien de asesinatos y convenció a la ETA. Fue la difícil y larga labor de las fuerzas policiales y de la justicia, fue la ilegalización del brazo político de ETA, lo que llevó a la banda a cesar los atentados. En lo que están Otegi y los suyos es en recoger la herencia de tantos años de terror: sin renegar, sin rechazar, sin abjurar, encubriéndola con la equidistancia. Para eso le sirvió a Otegi que le acogieran en la Eurocámara.

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