La banda terrorista ETA envió gente a Noruega allá por los años ochenta para enseñar a poner bombas a unos samis o lapones radicales que tenían un conflicto con el Gobierno noruego por la construcción de una presa. El periodista Florencio Domínguez, que investiga a ETA desde hace años, cuenta también que los terroristas españoles se marcharon al poco tiempo. Los lapones se mostraban incapaces de cumplir las normas básicas de la clandestinidad. Eran unos bocazas, escribe. No sé qué hubiera pasado en Noruega de haber sido aquellos samis mejores aprendices de terrorista de lo que fueron.
Lo que sabemos es que, años después, Noruega se ofreció a mediar entre ETA y el Gobierno español, que fue una de las sedes de la negociación de Zapatero y que sirvió de refugio a elementos dirigentes de la banda que participaban en aquellas conversaciones. Esa hospitalidad se acabó hace bien poco, en febrero, cuando fueron expulsados. Como se ve, las autoridades noruegas se tomaron su tiempo para comprobar que ETA no estaba dispuesta a la disolución ni al desarme. No obstante, su afán por implicarse en lo que llaman "el conflicto vasco", que es la denominación acuñada por la banda y sus auxiliares, permanece.
El diario El Mundo ha revelado que el Instituto de Investigación sobre la Paz de Oslo tiene un proyecto sobre "soberanías imaginadas" en el que estudia los casos de Chipre, el noreste de la India y el País Vasco. Tal selección suscita, como mínimo, algunas preguntas, pero, en fin, cada uno estudia lo que le parece. Los interrogantes se caldean al comprobar el contenido y los participantes del primer seminario, cuyo resumen presenta bajo el título "El nuevo proceso de paz vasco o cómo aplaudir con una sola mano".
Esto de "aplaudir con una sola mano" viene del budismo zen. Para llevar a los aprendices a la iluminación o satori, el maestro les enfrentaba a preguntas imposibles de contestar racionalmente. La de cuál es el sonido de una sola mano, o cómo suena el aplauso de una sola mano, es una de ellas: una koan clásica. Una paradoja, para entendernos. La paradoja del Instituto de Oslo es que, dedicándose a la investigación, sólo reciba, respecto del País Vasco, a gentes alineadas con las posiciones de la izquierda abertzale, que no ha sido otra cosa que un satélite de ETA.
Grupos terroristas como ETA o el IRA siempre buscaron aliados en otros países. Cortejar a tontos útiles dispuestos a prestarles cierta respetabilidad a pesar de sus crímenes ha sido una prioridad para esas bandas. Pero dejarse utilizar por terroristas no sólo es estúpido. Prolonga el terrorismo y le ayuda a conseguir sus objetivos. El Gobierno noruego, que es el principal financiador del Instituto de Oslo, debería saberlo. Y el Gobierno español debe hacérselo saber.