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Cristina Losada

Emergencia socialista

No hace un Gobierno para la emergencia nacional, sino para la emergencia socialista. ¿Sucesión? Supervivencia.

Es muy cierto, como recordaba aquí García Domínguez, que no hay nada más antiguo que un periódico de ayer ni nada más actual que un poema de Homero. Pero la política tiene a gala presentar el periódico amojamado como recién salido de la imprenta. Pretende hacer pasar el viejo bacalao por una estrategia fresca. Así, con esta remodelación del Consejo de Ministros que tanto barullo ha originado. Si uno acude al diario de ayer, fechado en abril del año pasado, comprobará que los cambios de entonces se envolvieron en la misma "épica" que hoy endilgan las locuaces fuentes gubernamentales. En aquella data, Zapatero había decidido rodearse de un nuevo equipo de "perfil político muy acusado" y su principal tarea era trasladar a la población cómo nos iban a sacar de la crisis esos "pesos pesados". Igualito que ahora.

Muy bajo debió de ser el perfil aquel, cuando año y medio después hay que levantarlo. Sorprende que el PSOE insista en dotar a sus gobiernos de peso político como si ése fuera el ingrediente mágico que les faltara. De la Vega, Moratinos, Aído y demás expulsados no estaban en el candelabro ministerial en calidad de tecnócratas. Los entrantes no descuellan tampoco como tales. Pero la obsesión indica cuáles son las prioridades del partido y de su líder. En un trance tan crítico como el que atraviesa España, cuando la economía es la primordial fuente de inquietud –aunque debiera haber otras–, se esperaría un Gobierno con menos perfil político y más perfil técnico, con menos apparatchik y más profesionales capaces. Pues nones.

Y es que no debe de ignorarse la otra gran crisis, la que procura más desvelos al presidente y a sus huestes: la suya propia. Sólo si se desplaza el punto de vista de las necesidades de la Nación a las urgencias de un partido en caída libre se entiende la mudanza. Hay que darle la vuelta a la tortilla de la opinión pública. Hay que hacerles arrumacos a sectores revueltos, como los sindicatos. Hay que lanzarle algún anzuelo a esa izquierda en desbandada. Y hay que embridar a los barones y premiar a los leales. Cualquier primer ministro piensa en las elecciones que vienen, pero éste no piensa en otra cosa. No hace un Gobierno para la emergencia nacional, sino para la emergencia socialista. ¿Sucesión? Supervivencia.

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