No podía haber elegido peor día Núñez Feijóo. Mientras Rosa Díez presentaba a los candidatos de su partido a las elecciones vascas en Andoain, desafiando las amenazas de los terroristas, el gallego declaraba que votar a UPyD en Galicia era "votar al nacionalismo y al socialismo" y significaba "más imposición lingüística". Feijóo quería hacer un llamamiento al voto útil, pero sus palabras sonaron a otra cosa. A un absurdo ensañamiento con un pequeño partido que es el único que comparte con el suyo una oposición a la fragmentación de España y a la coacción lingüística.
Feijóo manifestó alguna vez su sintonía con Piqué y se dispone a tropezar en la misma piedra que el retirado político catalán cuando se encontró ante el fenómeno de Ciudadanos. Optan por sacudirle al nuevo partido, asumiendo que es un rival, en lugar de desear que recoja al electorado de izquierdas descontento con la coyunda de socialismo y nacionalismo.
La preocupación del PP gallego por la porción de papeletas que puedan ir a parar de su bolsa a la de UPyD es comprensible. No serán muchas, pero cada voto cuenta. Si los sondeos aciertan, el PP no podrá recuperar el Gobierno autonómico y se alejará más de ese objetivo que en 2005, última salida de Fraga a la arena electoral después de cuatro mayorías absolutas. El comentario fácil está servido: con don Manuel al PP le iba mejor que con don Alberto. Pero las claves son otras.
Resulta que las coordenadas políticas son ahora bien distintas de aquellas en las que se forjaban las victorias del de Villalba. Diferentes en Galicia y en el resto de España. Más aún, han cambiado en Galicia porque han cambiado en toda España. El retroceso del PP gallego está vinculado a su incapacidad para responder a ese nuevo contexto definido por el avance del nacionalismo a lomos del socialismo.
Pieza esencial es la imposición lingüística y su adoctrinamiento acompañante. A lo largo de sus catorce años en el poder, el PP de Fraga contribuyó a preparar el terreno sobre el que se ha instalado la maquinaria que el PSdG y el BNG han puesto a funcionar a todo trapo. Pero entonces, cuando Fraga, la política lingüística no era motivo de gran inquietud. Venía a ser una guarnición que se podía dejar de lado. Hoy, en cambio, es el plato principal.
El menú alternativo que ofrece Feijóo al trágala de los dos socios consiste en la derogación del decreto de "galleguización" de la enseñanza y la vuelta al consenso perdido. Pero la fuente de la que han manado el decreto y otros abusos es aquel consenso sobre la necesidad de una "normalización lingüística" y el correlativo empeño en crear y alimentar una cultura identitaria. También ahí tropiezan en la misma piedra.