El presidente, así dicen portavoces oficiosos, ha suspendido su viaje a Siria y Líbano para no verse obligado a realizar declaraciones anti-israelíes. Mal se sostiene la excusa. Tales declaraciones acaba de hacerlas aquí. El presidente se debe a su electorado y su electorado pide estos días a gritos, estimulado por informaciones capciosas, condenas a Israel y llamamientos a la paz. Sólo se llama a la paz cuando Israel se defiende de los ataques terroristas. Nunca cuando los terroristas atacan a Israel. En tiempos del Imperio soviético, la paz era el embeleco que escondía la voluntad belicosa de acabar con las democracias. Ahora, sirve de parapeto al propósito de aniquilar a los judíos.
No se conoce que el Gobierno Zapatero haya presionado alguna vez a los terroristas de Hamás –ni a otros– para que cesaran sus ataques contra la población civil israelí. Se sabe, en cambio, que hace unos años, su ministro de Exteriores hizo gestiones para que la Unión Europa borrara a Hamás de su lista de organizaciones terroristas. En línea con estas credenciales y otras del mismo tenor, ZP ha acusado a Israel de "reacciones absolutamente desproporcionadas y contrarias al derecho internacional humanitario" y se ha limitado a tildar de "irresponsable" la conducta de Hamás. Quienes atacan a civiles con la intención de matarlos y tienen por objetivo declarado destruir a Israel vienen a ser, para Zapatero, unos menores de edad que se han pasado un poco en la travesura de lanzar cohetes contra sus vecinos.
Podía y debía haberse callado el presidente, como ha hecho su ídolo Obama, o limitarse a los tópicos diplomáticos de rigor, pero no se ha resistido a dar lecciones a los israelíes sobre cómo lidiar con quienes quieren liquidarlos. "No hay solución militar a la crisis", sermonea ZP, maestro en tratar con terroristas, como si fuera Israel quien cree tal cosa. Pues no. Son los terroristas quienes están convencidos de que sus ataques resultan fructíferos. La violencia, contra lo que dicta el lugar político común, no es estéril para ellos. Como no lo ha sido para ETA. La larga era del terrorismo palestino, el reconocimiento internacional que ha conseguido, la simpatía que despierta son las pruebas de que funciona y los réditos que aseguran su continuidad.
Ahí está, como prueba adicional, la reacción del propio Zapatero, aunque resulte irrelevante para el devenir de la "crisis": ligera colleja a los terroristas, por aquello de la equidistancia, y fuerte varapalo a Israel por tratar de defenderse de ellos. Sólo le falta aconsejar a los judíos que acepten su sacrificio y se dejen matar, como hizo su admirado Gandhi en la época del Tercer Reich.