El Gobierno autonómico catalán ha presentado en sociedad una encuesta que arroja un 74 por ciento favorable a convocar un referéndum sobre la independencia. Se trata, pues, de un sondeo muy favorable a la estrategia de quien lo encarga. Incluso el detalle de que no se preguntara a los entrevistados qué votarían si tal consulta se celebrara le viene a Mas como anillo al dedo. Porque el sondeo induce a creer que hay una abrumadora mayoría partidaria de la separación, por el sobreentendido de que sólo esos anhelarán el referéndum. Así se consigue el impacto deseado y no se arriesga nada. La especialidad de la casa.
En coincidencia, los Gobiernos británico y escocés han perfilado un acuerdo que permitirá convocar un referéndum sobre la independencia de Escocia. Cameron no ha transigido en la cuestión esencial: que haya una sola pregunta y que sea inequívoca. Esas minucias tienen gran importancia. Alex Salmond, consciente de que una cosa es apoyar la secesión por pataleta y otra distinta, votarla cuando va en serio, quería agregar una tercera opción al yes y al no. Se proponía ofrecer un pisito intermedio, el de más autonomía, para tener una salida airosa en caso de un vapuleo, y seguir con la antorcha independentista como hasta ahora. Otro que no está por asumir riesgos.
Esa red de seguridad no se la ha aceptado Londres, con buen criterio. O separarse o continuar unidos, defínase el electorado y déjense ustedes (nacionalistas) de marear. La segunda condición es la claridad. Nada de: "¿Quiere usted que Escocia sea un nuevo, próspero y feliz Estado dentro de la Unión Europea en el marco de un acuerdo de cooperación económica con el Reino Unido que garantice nuestras pensiones, nos pague la deuda y sostenga a los bancos quebrados?". Y, ya puestos, viajes en crucero para todos y, además, dos huevos duros. O sea, nada de preguntas cuento de hadas como las que pergeñaron en Quebec y en los butifarrendos catalanes.
Yo no sé si, como ha propuesto aquí José García Domínguez –y en otros sitios Ruiz Soroa y Francesc de Carreras–, es la hora de colocar a los nacionalistas ante sus responsabilidades, conducirlos a la mayoría de edad y ponerlos ante una vía legal para un referéndum. Observo que en Escocia la independencia pierde apoyo desde su descenso del reino de la fantasía a la tierra. A la vista de la puerta abierta, la gente se agolpa para no salir, que ya no va en broma. Bien es verdad que los tres partidos británicos hacen campaña conjunta bajo el lema Better Together. Pero puede que una ducha escocesa tuviera efectos sorprendentes en nuestro separatismo Peter Pan.