Es un fenómeno este Revilla. Un fenómeno televisivo y editorial, desde luego, pero no lo decía por eso, sino porque tiene las claves de la crisis y las correspondientes soluciones y las ha puesto negro sobre blanco en un libro llamado La jungla de los listos. Esta es una crisis cuyas causas y posibles salidas han sido objeto de intenso debate y controversia entre especialistas, organismos internacionales, bancos centrales, gobiernos y líderes de todo el mundo. Cualquiera que explore un poco el archipiélago de libros y artículos dedicados al asunto percibe que no hay lugar para las explicaciones simples y las recetas fáciles.
¿Que no? Ahí está el expresidente de Cantabria para hablar clarito: los paraísos fiscales, los ricos que no pagan, los poderes financieros y sus "peones" políticos. Esos son los causantes y lo han hecho adrede. Provocaron la crisis para hacer buenos negocios. En fin. Una hubiera dicho que los paraísos fiscales, los ricos que no pagan, los poderes financieros y los políticos ya estaban ahí antes de la crisis. Es más, las economías que cayeron en picado hace siete años crecían antes, y algunas mucho, con todos esos elementos malignos haciendo de las suyas. Y, sí, siempre hay quien hace buenos negocios en una crisis, pero en ésta ha habido muchos negocios que se han ido al guano.
No traía, sin embargo, aquí a Revilla para discutir un libro que no he leído, sino como figura representativa de un fenómeno y, en realidad, de un fracaso. Porque hay un fracaso del que no se habla en España, donde tanto se habla de fracaso, y es el fracaso de comprensión de lo que ha sucedido en estos siete años. Un fracaso que explica la popularidad de nociones tan disparatadas sobre la crisis como que ha sido deliberadamente provocada por una conspiración de los poderosos, como le gustaba decir a Zapatero antes de caerse del caballo. También los socialistas cultivaron la conspiranoia, aún lo hacen, denunciando conjuras de los mercados contra su Gobierno progresista o de la derecha europea contra el Estado del Bienestar. ¿Por qué no se lo cuentan al SPD, que fue el primer partido alemán que hizo recortes allá en 2003?
La génesis y las soluciones a esta crisis no son problema sencillo, como prueban las hipótesis distintas y las posiciones enfrentadas. Pero la complejidad no vende nada, ni un pirulí, en un mundo como el de la política y el de la comunicación, sobre todo la televisiva. Allí donde los mensajes deben reducirse a slogans para tener algún impacto, donde la emocionalidad le gana al razonamiento, los argumentos complejos, si tienen la ocasión de mostrarse, son apartados a empujones por certezas simples y vociferantes. Es el hueco perfecto para los iluminados y los estafadores intelectuales. Los que dicen lo que quieren oír los indignados, aunque sólo remotamente tenga alguna relación con la verdad. Los que nunca defienden valores impopulares ni preconizan sacrificios. Los que proponen soluciones fáciles de entender y que no entrañan coste alguno. Aunque para mí la hez de la charlatanería populista son los que llevan toda la vida en política y quieren hacer su agosto como azote de los políticos. Eso sí que es la jungla de los listos, señor Revilla.