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Cristina Losada

Cómo ganar dinero con noticias falsas

Cuánto crédulo se esconde entre los incrédulos.

 Cuánto crédulo se esconde entre los incrédulos.

Hay personas que dicen no creer una palabra de lo que publican los periódicos. Las hay más incrédulas: también lo que aparece en la tele es mentira. Este tipo de gente que no se deja engañar por el periodismo ha existido siempre. Bueno, desde que existe el periodismo. La diferencia es que ahora esos desconfiados a los que nadie se la da con queso vienen con categoría política: son desafectos. No se fían un pelode los medios de comunicación tradicionales, a los que imputan una connivencia con los poderosos, con el sistema, con las elites o con la corrección política que los lleva a ocultar las verdades y a publicar mentiras. ¿Qué hace entonces esta buena gente para saber qué pasa? Pues, a veces, dejarse engañar por quienes hacen un negocio de la falsedad.

Cameron Harris, un estudiante de Maryland que simpatiza con los republicanos, se ha hecho famoso por fabricar una de las noticias falsas más creídas, compartidas y lucrativas de la campaña electoral que enfrentó a Donald Trump y a Hillary Clinton. La idea se le ocurrió cuando Trump dijo en Ohio que estaba convencido de que las elecciones se iban a amañar para que ganara su rival. Pensó que los seguidores del candidato estaban predispuestos a creer que se preparaba un tongo monumental y decidió darles lo que pedían: una prueba del pucherazo.

Escribió un titular, que decía: "Urgente. Aparecen decenas de miles de votos fraudulentos para Clinton en un almacén de Ohio". Le pareció apropiado que el descubrimiento se hiciera en el lugar donde Trump había dicho que se haría trampa. Se inventó al autor del hallazgo, un Randall Prince, electricista, seguidor de Trump, que al entrar en un almacén se había encontrado unas cajas llenas de votos marcados a favor de Hillary. De una búsqueda en internet extrajo una foto de un hombre detrás de una docena de cajas negras rotuladas como ballot box (urnas). Era la foto de un empleado de correos de Birmingham en unas elecciones británicas, pero ¿quién iba a saberlo?

Harris puso este material el 30 de septiembre en una página web llamada christiantimesnewspaper.com, que era un dominio abandonado que compró por 5 dólares, y le dio bola a través de páginas de Facebook que creó para la ocasión. La noticia empezó a circular rápidamente: en poco tiempo había sido compartida por seis millones de personas. Seis millones de desconfiados. De recelosos de la prensa tradicional. De gente que no se deja engañar por los de siempre. "Al principio me chocó la respuesta que estaba recibiendo. Con qué facilidad se lo creía la gente. Fue casi un experimento sociológico", le contaría luego Harris a un periodista del New York Times.

El experimento, sin embargo, no lo hizo por amor al arte. Su objetivo era obtener clics para su web y anuncios de Google con los que ganar dinero. Calcula que con aquella noticia falsa se embolsó 5.000 dólares. No está mal teniendo en cuenta que tardó sólo quince minutos en pergeñarla. Tampoco hizo el experimento por beneficiar al candidato de su cuerda. Dice que habría perjudicado al multimillonario si hubiera sido lucrativo. Pero los seguidores de Trump eran los más militantes. Los más deseosos de que sus sospechas se vieran confirmadas. Harris se aprovechó de su fervor, de su desconfianza en los medios establecidos y de su fe en los circuitos alternativos a los que recurren en busca de esas verdades que los otros ocultan.

Por motivos parecidos, han logrado aquí difusión noticias perfectamente inverosímiles. La más notable que recuerdo fue un supuesto informe realizado por "tres asesores" de Moncloa, según el cual había en nuestro país un total de 445.000 políticos. Circuló hace cinco años. Ni lo exagerado de la cantidad ni lo estrambótico de los detalles ni la poca fiabilidad de la web que lo publicó impidieron que muchos tomaran el informe por auténtico, entre ellos algún juez y algún insigne escritor. Las mentiras, como sabían los grandes maestros de la propaganda del siglo XX, tienen más probabilidades de ser creídas cuanto más descabelladas sean. Sí, cuanto más increíbles. De qué, si no, el éxito de los Protocolos de los Sabios de Sión, que todavía siguen rulando como verdaderos más de cien años después de que los fabricara la policía secreta zarista. Cuánto crédulo se esconde entre los incrédulos.

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