Se cuenta de Bono que regalaba relojes cuando iba de campaña electoral por los pueblos, e se non è vero, è ben trovato. Lo que ha regalado a la política española es un estilo retórico íntimamente vinculado a esa clase de gestos populistas. Un estilo del que encontramos pocos ejemplos en Europa y muchos, demasiados, en Latinoamérica. Hay algo repelente y arcaico en esos personajes que se exhiben como padres del pueblo. Y de eso va nuestro hombre, que también se pavonea como hijo del pueblo, como uno de tantos, cuando su biografía no se lo avala. Y aunque así fuera.
A diestra y siniestra ha jugado siempre Bono en busca del aplauso de ambos lados y fiel a ese afán fue el discurso que interpretó el Día de las Víctimas del Terrorismo. Día que él y su partido, amén de otros, decidieron trasladar al 27 de junio, cuando en Europa se estableció el 11 de marzo en recuerdo de la matanza de Atocha. Ah, España es diferente. Diferente, desde luego, en la reacción política y popular ante el terror, como quedaría demostrado aquel día once y los siguientes. Hasta ahora.
El mismo Bono que imaginó agresiones en una manifestación de la AVT y provocó que fueran detenidas dos personas mediante la vieja técnica represiva de la foto, se adornó en el Congreso con un canto a las víctimas y a sus asociaciones. Su discurso cantaba en ese inconfundible estilo suyo, como de locutor del Nodo. "Ni un regate de más", dijo metiendo de rondón el jabulani; "no caben los tibios", advirtió como predicador; "frente a la belleza de la vida", soltó el lírico de ocasión. Una zarzuela en la que no podían faltar las bravuconadas contra los terroristas, que son las redes que echa Bono en los caladeros situados a la diestra.
A su pontifical manera, Bono aconsejó "ambigüedad cero" en la lucha antiterrorista y amonestaciones al que se desvíe. A buenas horas. No levantó la voz contra la negociación con ETA que Zapatero emprendió siendo él ministro y se descuelga haciéndole la autocrítica a su partido bajo cuerda. Siempre hay gramos de impostura en la política, pero Bono tiene sobrepeso. Para mí, que hasta imposta el acento. Cuando uno ha estudiado en los jesuitas y en un centro tan elitista como ICADE, suele hablar como Ric Costa y no como Pepe, el hijo del tendero. Pero si cuela, cuela.