Halabja, Irak. Hace 22 años, en esta ciudad polvorienta y empobrecida, situada contra la montañosa frontera con Irán, las fuerzas militares de Sadam Hussein usaron armas químicas para asesinar a 5.000 hombres, mujeres y niños kurdos.
La masacre de Halabja sólo fue la más infame atrocidad de la Operación Anfal, un nombre que Sadam tomó de un sura del Corán que detalla el comportamiento permitido contra los enemigos del islam. Por supuesto, los kurdos en su gran mayoría son musulmanes. Pero no son árabes. Los kurdos han tenido su propia cultura y lengua desde mucho antes que los ejércitos de Arabia emprendieran las primeras guerras santas de conquista islámica en el siglo VII.
El objetivo de la Operación Anfal fue el genocidio. Al menos 150.000 kurdos fueron masacrados, a muchos de ellos primero los agruparon en campos de concentración donde se organizaron ejecuciones en masa. Más de un millón de kurdos fueron expulsados de sus hogares.
Los kurdos no han olvidado que, en 1991, los americanos establecieron una "zona de vuelo restringido" sobre la región kurda de Irak que es del tamaño de Suiza, para proporcionarles un cierto nivel de protección contra los ataques depredadores de Sadam. Ellos ven la intervención militar americana de 2003 en Irak como su liberación. Ahora los kurdos iraquíes disfrutan de considerable autodeterminación. Pero los kurdos que viven en Siria, Irán y Turquía como minorías no disfrutan de ello.
Seis meses después del colapso del régimen de Sadam, los kurdos construyeron un monumento conmemorativo a las afueras de Halabja. Allí se pueden ver fotos estremecedoras y quizá las más conmovedoras son las de madres apretando a sus bebés contra su pecho mientras morían tiradas por las calles. Allí se puede leer un letrero en un inglés no perfecto pero que se deja entender: "Vivir y victoria para todas las naciones. Muerte a todas las clases de racismo".
Un resultado de esa experiencia es que los kurdos ven a los americanos como sus aliados y amigos. "Apreciamos los sacrificios que los americanos han hecho para liberar Irak y ofrecer la posibilidad de libertad", nos decía Masoud Barzani, el presidente del gobierno regional kurdo, a mí y a otros miembros de una delegación de periodistas y analistas de centros de investigación política americanos.
Muchos kurdos también sienten empatía –incluso afinidad– por israelíes y judíos. Aunque esto sea una rareza dentro del "mundo musulmán", tiene sentido si nos ponemos a pensar: al igual que los kurdos, el judío es un antiguo pueblo de Oriente Medio. Al igual que los kurdos, los judíos han sido objetivo de genocidio. Al igual que los kurdos, los israelíes le hacen frente a un futuro incierto entre vecinos que van desde lo simplemente hostil hasta lo abiertamente exterminador.
En una universidad de Erbil, la capital kurda, nuestra delegación se reunió con estudiantes que expresaban su admiración por el valor de los israelíes, ante la reacción de sorpresa de su profesor americano.
Un conductor kurdo, al descubrir que ambos hablábamos ruso, se lanzó a conversar animadamente y comenzó con elogios hacia Estados Unidos. Al rato me dijo que hay otro país que le gustaría visitar: Israel. ¿Por qué? Porque a los israelíes, como a los kurdos, los han perseguido y acosado pero con todo han conseguido sobrevivir, triunfar y prosperar.
Un periodista kurdo dice que no se puede confiar en los líderes islamistas de Irán, observando que no hace mucho ejecutaron a cinco kurdos "porque eran kurdos". Y añade que Irán "apoya a Hizbolá. Y nosotros sabemos lo que Hizbolá le hace a Israel".
En público, los funcionarios kurdos indican que Irak debería tener relaciones pacíficas con todos sus vecinos, sin excepción. Algunos van más allá: "No tenemos ningún problema con Israel", nos explicaba Falah Mustafa Bakir, jefe del Departamento de Relaciones Exteriores del Gobierno Regional del Kurdistán. "Ellos no nos han hecho daño. No podemos odiarlos sólo porque los árabes los odien. Pensamos que a Irak le interesa tener relaciones con Israel. Y el día después de que los israelíes abran una embajada en Bagdad, nosotros los invitaremos a que abran un consulado aquí".
También señalaba que Israel es una de las pocas democracias de la región que sí funciona y que los kurdos también están intentando establecer instituciones democráticas duraderas en su tierra y en el resto de Irak. Bakir agrega que al Kurdistán a veces se le llama "el segundo Israel".
Históricamente hablando, esta tierra no le es desconocida a los judíos. Se establecieron aquí desde el siglo VIII a. C. En épocas preislámicas, se cree que algunos kurdos pertenecientes a la realeza se convirtieron al judaísmo. Incluso hoy en día, familias importantes como los Barzani cuentan con miembros judíos.
Claro que antes los judíos vivían en el gran Oriente Medio, desde Marruecos hasta Afganistán. Sin embargo, después de la Segunda Guerra Mundial y de la fundación del Estado de Israel, los gobiernos árabes se volvieron contra sus minorías judías. No hace mucho, en los años 40, los judíos constituían tanto como un tercio de la población de Bagdad. A principios de los años 50, ya los habían expulsado a casi todos y les confiscaron sus propiedades. El gobierno iraquí también obligó a los judíos kurdos a irse al exilio. Muchos se fueron a Israel donde abrigaron un comprensible resentimiento hacia los iraquíes árabes pero no hacia iraquíes kurdos. En los años 60 y 70, los israelíes proporcionaron ayuda a los rebeldes kurdos.
Hoy parece que los kurdos entienden la ecuación: si no hay lugar para los judíos en Oriente Medio, probablemente tampoco haya lugar para los kurdos. Puede que la limpieza étnica y religiosa en curso del "mundo musulmán" sea la noticia más importante sobre la que los periodistas no están informando, que los líderes políticos no están destacando y por la que los activistas de derechos humanos no están protestando.
Las antiguas comunidades cristianas de Oriente Medio, por ejemplo, coptos, maronitas, caldeos, etc. están bajo ataque, prácticamente impotentes y reduciéndose en número cada día más en Egipto, el Líbano, los territorios palestinos, Pakistán y en otras regiones. El sufrimiento de la gente en Darfur, Sudán o de los bahaí de Irán ha logrado acaparar algo más de atención, aunque sólo se traduzca en acciones que valgan poco la pena.
Los kurdos dicen que en su tierra ellos están abocados a la tolerancia y utilizan la palabra no en el sentido literal de respetar a los que sean desagradables, sino en el sentido americano, el de respetar los derechos de las minorías y valorar la diversidad.
Ésta no es una perspectiva común en el "mundo musulmán" moderno. Pero el Kurdistán es único en muchas formas. Aquí se recuerda que Sadam Hussein no sólo tenía armas de destrucción masiva sino que las utilizó. Aquí la llegada de las tropas americanas sí hizo que la gente bailara en las calles. Aquí sí es posible imaginar a musulmanes de Oriente Medio, judíos y cristianos viviendo juntos en paz, con lo improbable que eso es hoy en día.