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Clifford D. May

De moros y cristianos

El resultado de este experimento fue que el 95% de los que firmaron la petición censurando a Israel "no firmó la declaración contra la discriminación de mujeres, gays y lesbianas en Oriente Medio".

¿Cuál es su opinión de la poligamia? Muchos consideran esa práctica inmoral además de ser ilegal en este país y en la mayor parte del mundo desarrollado. Probablemente no es una coincidencia que en muy pocas (si es que hay alguna) democracias liberales, donde hombres y mujeres disfrutan de los mismos derechos, esté permitida la poligamia. Los antropólogos han observado que en una sociedad polígama muchos hombres terminan como "ramas desnudas", frustrados sexualmente y propensos a involucrarse en asuntos violentos, especialmente en esos que aportan estatus y gloria, por ejemplo, la yihad.

Pero la sección de deportes del periódico New York Times publicó un reportaje sobre un miembro de la familia real jordana que daba la impresión de que la poligamia es simplemente un estilo de vida más. El artículo indica que la princesa Haya bint al-Hussein, de 36 años de edad, "ha sabido desafiar lo que significa ser princesa" ejerciendo la profesión de "atleta ecuestre" y que ella misma "maneja su camión trailer de diseño con sus caballos por toda Europa". Ah... y a todo esto, da la casualidad que ella es la "sofisticada esposa júnior del jeque al-Mohamed bin Rashid al-Maktoum, de 61 años de edad, que aparece en público con pantalones vaqueros, con su pelo largo al viento...". Por tanto, es probablemente para bien que "la esposa principal del jeque lleve una vida más privada" según añade muy delicadamente el New York Times.

¿Qué piensa usted del niqab, o a veces también llamado burka, ese velo integral que solamente deja ver los ojos de una mujer? Los críticos, especialmente críticos musulmanes como Fadéla Amara, la secretaria de Estado para la Política Urbana en Francia, observan que cuando se fuerza a una mujer a usar esa prenda no sólo se le priva de su individualidad, sino que en la práctica es una prisión portátil. Recientemente Francia prohibió el uso del niqab, al igual que otros países europeos.

No obstante, la recensión del New York Times de un restaurante yemení en Brooklyn indicaba que al parecer se segrega a los comensales según el sexo y que, junto al local, está "Paradise Boutique" cuyos maniquíes "llevan elegantes niqabs...".

¿Y qué piensa usted de los planes para construir Park51, también conocido como Casa Córdoba, a dos pasos del cráter donde alguna vez estuvo el World Trade Center?Las encuestas dicen que una mayoría de americanos, aunque reconociendo que los dueños tienen derecho a construir lo que quieran, cree que es inadecuado levantar un elaborado centro islámico tan cerca del sitio en el que se cometió semejante atrocidad en nombre del islam.

Phillip Kennicott, crítico de arquitectura del Washington Post, sabe bien que eso es un disparate. Kennicott escribe que los planificadores se enfrentan a un "hostil clamor popular atizado durante las elecciones ya que éste se alimenta de las emociones primitivas dirigidas contra la parodia de una religión supuestamente primitiva". Kennicott denuncia "el horrososo veneno contra el proyecto" y añade que "se trata de uno de los capítulos más vergonzosos de la vida cívica e intelectual de Estados Unidos...".

Los ejemplos anteriores sirven para ilustrar hasta dónde han llegadoahora nuestros medios de comunicación y élites culturales, incluso aceptan comportamientos que de otra manera encontrarían repugnantes; por ejemplo, el apartheid de género y la insensibilidada hacia las víctimas del terrorismo, siempre y cuando esos comportamientos tengan raíces islámicas.

Fadéla Amara, la ministra francesa, lo considera una consecuencia del relativismo cultural: Occidente se niega a denunciar no sólo la poligamia y el niqab, sino incluso "matrimonios forzados y la ablación del clítoris, escudándose en que es una tradición". Ella agrega que semejante condescendencia no es "nada más que neocolonialismo".

La psicóloga Phyllis Chesler citaba recientemente un ejemplo particularmente evidente de esa doble moral: Fred Gottheil, catedrático de Economía en la Universidad de Illinois, localizó a 675 académicos que habían firmado un manifiesto exhortando a boicotear a Israel por ser un "régimen de apartheid". Él pidió también que firmasen otro manifiesto dejando muy en claro su oposición al abuso de mujeres en Oriente Medio, incluyendo el "asesinato por honor, el maltrato físico a las mujeres, la ablación del clítoris" así como la sistemática "discriminación de mujeres, gays y lesbianas en Oriente Medio". El resultado de este experimento fue que el 95% de los que firmaron la petición censurando a Israel "no firmó la declaración contra la discriminación de mujeres, gays y lesbianas en Oriente Medio".

Sé por experiencia que, en respuesta a un artículo como éste, seré atacado por todos lados en la blogósfera. Por tanto, seré tan claro como sea posible: es intolerante asumir lo peor sobre alguien sólo porque sea musulmán. Pero, ¿no es igualmente intolerante evitar hablar sobre nuestra capacidad de reconocer que esas prácticas islámicas son tan hostiles a valores occidentales como la igualdad y la libertad de expresión y más bien se amedrenta a los que se atreven a criticar o siquiera a plantear esas dudas? Como indica Bernard Lewis, el gran erudito de Oriente Medio, no deberíamos aceptar tan mansamente eso: "A la hora del análisis crítico, el islam goza de una inmunidad que el cristianismo ha perdido y que el judaísmo nunca tuvo".

David Ignatius, columnista del Washington Post, escribía recientemente sobre Aafia Siddiqui, la mujer nacida en Pakistán, educada en MIT y Brandeis, que se convirtió en parte de Al Qaeda. El mes pasado fue condenada en una corte federal a 86 años en prisión por disparar contra americanos después de haber sido arrestada en Afganistán con documentos escritos de su puño y letra refiriéndose a: "Un atentado en masa... monumentos de la ciudad de Nueva York: El Empire State, la Estatua de la Libertad, el puente de Brooklyn, etc... Bomba sucia: Hace falta unas cuantas onzas de material radiactivo...".

Ella también portaba una memoria flash donde rumiaba lo siguiente: "Se puede ir a supermercados e inyectar aleatoriamente veneno a la fruta así como a otros artículos que por lo general se consumen crudos. Puede que eso no mate a mucha gente, pero el pánico, el miedo y la pérdida económica serían sustanciales si se hace bien". A ella también la cogieron "cargando dos libras de cianuro de sodio que se puede usar como explosivo".

Claro que no todos los pakistaníes comparten su punto de vista, pero Ignatius observa estremecedoramente que "en la patria de Siddiqui, millones la ven como una mártir...". Una mártir... ¿de qué? Ignatius no lo explica, pero mientras ella se sacaba el título en MIT, también escribía sobre su esperanza de que "Estados Unidos se convierta en un país musulmán".

También sospecho que estamos viendo una de las formas que adopta la intimidación: no que la gente dé marcha atrás por vergüenza sino que camufle sus miedos como principios, esperando secretamente a que si refrena cualquier comentario negativo sobre el islam,, entonces estarán seguros.

Otros podrán pensar que si afirman con suficiente frecuencia que el islam es una "religión de paz", sin complejidades, sin nada que agregar, entonces eso se convertirá en la realidad... a pesar de las influencias globales de los mulás de Irán, los clérigos de Arabia Saudí, Al Qaeda, los talibanes, Hizbolá , Hamás, la Hermandad Musulmana, Lashkar-e-Taiba, al-Shabaab, etc.

También estoy convencido de que hemos estado cayendo desde hace mucho en la siguiente trampa: la tolerancia solía significar que uno estaba dispuesto a respetar comportamientos que uno considera objetables. Luego pasó a significar no juzgar para nada esos comportamientos o, mejor aún, aceptarlos. Ahora, se ha pasado a tener que festejarlos.

Si eso es lo que se exige para ser parte de la élite iluminada, entonces me quedo con las masas ignorantes que están dispuestas a tratar a los musulmanes como iguales y con respeto pero que no están de acuerdo con aquellos para quienes doblegarse culturalmente se ha convertido en un acto reflejo.

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