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Clifford D. May

A 30 años de la Revolución iraní

La economía iraní se está desmoronando y los bajos precios del petróleo han golpeado duramente a Irán en estos últimos meses. Además, mientras Irán se ha gastado una fortuna en sus programas nucleares, ha construido muy pocas refinerías de petróleo.

El siglo XX fue una época de grandes y terribles revoluciones. La Revolución rusa de 1917 prometió una utopía comunista. Lo que produjo fueron hambrunas provocadas por el hombre, el archipiélago Gulag y por lo menos 20 millones de asesinados. La Revolución china de 1949 dio paso al Gran Salto Adelante y a la Gran Revolución Cultural Proletaria; los cálculos ponen el precio en vidas humanas de hasta 65 millones. Hace 30 años, el 1 de febrero de 1979, el ayatolá Ruhollah Jomeini lideró la Revolución iraní. Al igual que las revoluciones rusa y china, Jomeini prometió un conflicto mundial que desembocaría en una nueva era de justicia. Pero a diferencia de esas revoluciones anteriores, no sería el proletariado el que derrotaría a los capitalistas, sino los musulmanes que se levantarían contra los "infieles": contra su poder, valores, leyes y su manera de vida satánicamente atractiva.

Hace 30 años, yo estaba en Irán, era un joven corresponsal extranjero bastante afortunado de ser enviado a cubrir una convulsión histórica. Recuerdo que estaba entre una densa muchedumbre en las polvorientas calles de la ciudad sagrada de Qom cuando Jomeini apareció en la azotea de una modesta casa de una planta, vestido de negro y con turbante. No sonrió como hacen los políticos. Su expresión era severa, como la de un padre mirando a un hijo descarriado. Levantó la mano lentamente. La muchedumbre entró en frenesí. "Pocas son las figuras de esta talla en la historia" me decía entonces un iraní. "Moisés, Jesús, Mahoma y ahora tenemos a Jomeini".

Muchos de mis colegas de profesión pintaron la revolución favorablemente. El Sha, decían, había sido un déspota; Jomeini expresaba la voluntad de la gente; el odio hacia Estados Unidos era culpa solamente de Washington. Poco después se prohibirían las bebidas alcohólicas y se forzaría a las mujeres a cubrirse de pies a cabeza con chadores negros. La mayoría de corresponsales extranjeros se iría a otros países a contar otras historias.

Sin embargo, muchos iraníes que no eran islamistas apoyaron la revolución iraní. Creyeron que Jomeini demostraría tolerancia y que abrazaría la diversidad. Pero él dijo que la desobediencia a su Gobierno era una "rebelión contra Dios". Algunos años después, muchas de las personas que había conocido en Irán estaban muertas, en prisión o exiliados en otros países.

Hoy, la revolución iraní que cumple 30 años parece peligrosa y decrépita al mismo tiempo. Irán ha convertido a Siria en su cliente, ha creado a Hizbolá como subsidiaria y ha adoptado a Hamás. Un nuevo informe del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos dice que es probable que Irán produzca el suficiente uranio de bajo enriquecimiento para hacer una bomba nuclear antes de finales de año.

Irán también está desarrollando misiles balísticos de largo alcance. Pero, al mismo tiempo, el intento iraní de exportar su revolución a Irak ha fallado de momento. Cuando Israel respondió a Hamás por sus años de ataques con misiles, la ayuda de Irán fue solamente retórica. La economía iraní se está desmoronando y los bajos precios del petróleo han golpeado duramente a Irán en estos últimos meses. Además, mientras Irán se ha gastado una fortuna en sus programas nucleares, ha construido muy pocas refinerías de petróleo. Así pues, a pesar de ser uno de los principales productores de crudo del mundo, Irán debe importar mucha de su gasolina.

La investigación realizada por FDD (Fundación para la Defensa de las Democracias, que es el laboratorio de ideas que presido) y liderada por nuestro distinguido investigador Orde Kittrie, ex funcionario del Departamento de Estado, revela que Irán consigue la mayor parte de su combustible importado de solamente unas cuantas compañías –Vitol, Trafigura, British Petroleum y Total–, empresas todas con intereses financieros en Estados Unidos. 

Esto representa una oportunidad: el presidente Obama podría presionar a estas empresas a que cerraran el grifo. De hecho, una reciente actuación del Congreso persuadió, según se informa, a la compañía india Reliance de que dejara de vender gasolina a Irán.

Obama podría dejarles claro a los iraníes de a pie que eso es culpa de sus gobernantes. Son estos líderes los que están provocando el aislamiento y empobrecimiento de Irán. ¿Y para qué hacen eso? ¿Para poder blandir su gran arma en la escena internacional? ¿Para poder intentar llevar a cabo un genocidio y provocar un intercambio nuclear con Israel? Hay sobradas razones para pensar que los iraníes no quieren eso.

El presidente Obama ha dicho que el mundo "no puede permitir que Irán consiga un arma nuclear. Y haré todo lo necesario para evitarlo". Él también ha dicho que: "Si podemos impedir que [los líderes de Irán] importen la gasolina que necesitan, empezarán a cambiar su análisis de costes y beneficios. Entonces comenzarán a sentir que les aprietan las tuercas". 

Precisamente. La revolución iraní cumple 30 años. La nueva administración americana todavía tiene tiempo para reducir el número final de víctimas mortales.

©2009 Scripps Howard News Service
©2009 Traducido por Miryam Lindberg

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