El estrepitoso fracaso cosechado por el president Montilla y el Partit dels Socialistas de Catalunya (PSC) en las elecciones del 28N –228.542 votos menos que en 2006– ha desencadenado, además de la renuncia del primero a liderar su grupo parlamentario, una oleada de reacciones en el seno del partido. Por lo miopes, llaman especialmente la atención las interpretaciones del Sr. Castells, el todavía consejero de Economía cuya falta de coraje quedó patente al no afrontar el veredicto de las urnas sobre su gestión de la crisis, y del Sr. Maragall, consejero de Educación. Ambos avanzan la peregrina idea de que ha sido la excesiva sumisión del PSC al PSOE la causa principal del desaguisado electoral y proponen para evitar el hundimiento del Titanic un tratamiento de choque consistente en pasar de lo que podríamos denominar nacional–"socialismo" de la era Montilla al nacional–"socialismo" de una nueva era liderada por estos dos consejeros y otros distinguidos miembros del PSC, entre los que figuran las consejeras Tura y Geli y el ex consejero Mascarell, el mismo que hace ya algunos meses declaró que "los voluntariosos federalistas... tenemos que desplazarnos hacia la opción de la independencia".
Al entender de estos nacionalistas hipertrofiados, "socialistas" del terruño y aguerridos defensores de los derechos de los territorios, para devolver al PSC su perdida pujanza, el partido tiene que defender con más ardor e independencia los intereses de Cataluña, constituyendo con ese fin un grupo parlamentario propio en el Congreso que condicione las políticas del PSOE. Resulta cuando menos paradójico que los mismos consejeros del PSC cuyas actitudes y políticas –muy cercanas a las de sus socios de gobierno de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC)– han conformado la agenda de Montilla y propiciado los continuos enfrentamientos del Gobierno catalán con los Gobiernos de Rodríguez Zapatero pretendan eludir ahora su enorme responsabilidad en la debacle electoral y achacarla al seguidismo de Montilla.
A finales de 2006, el Gobierno español aprobó el Real Decreto (1513/2006, de 7 de diciembre) de enseñanzas mínimas que imponía la obligatoriedad de dedicar aproximadamente tres horas semanales a la enseñanza de la lengua y literatura castellana en los ciclos de la enseñanza primaria en todo el territorio del Estado. Pues bien, el Sr. Maragall declaró unilateralmente una moratoria para impedir su aplicación en Cataluña durante el curso 2007-08, aduciendo como excusa la dificultad de adaptar los proyectos docentes de los centros a la normativa estatal; y la prorrogó en el curso 2008-09. Entretanto, el consejero se puso manos a la obra para tramitar con celeridad una Ley de Educación de Cataluña (LEC 12/2009) con el fin de desactivar el Real Decreto y proporcionar impunidad a los centros que incumplieran la normativa estatal. Montilla avaló (si no impulsó) las iniciativas del Sr. Maragall y a día de hoy los niños catalanes no tienen garantizada la enseñanza de lengua y literatura castellana ni siquiera durante tres horas a la semana. Esta es la forma generosa de los nacionalistas catalanes de entender las relaciones entre "las instituciones de la nación catalana" y "los pueblos de España en un marco de libre solidaridad".
El Sr. Castells protagonizó también un duro enfrentamiento con el gobierno de Rodríguez Zapatero que se saldó con la salida del gobierno del Sr. Solbes, vicepresidente y ministro de Economía, el 7 abril de 2009. No hace falta decir que Solbes resistió durante tres años todas las presiones del PSC y se opuso a negociar bilateralmente un nuevo modelo de financiación autonómica que proporcionara al gobierno catalán una financiación privilegiada. La salida de Solbes del gobierno desatascó las negociaciones y apenas tres meses después, el 9 de julio, se filtraba a bombo y platillo la consecución de un acuerdo entre su sustituta, la Sra. Salgado, y el Sr. Castells, que satisfacía plenamente las demandas de Castells y del Sr. Puigcercós, líder de ERC. Salgado trasladó el texto acordado con Castells y Puigcercós el 12 de julio al resto de comunidades autónomas y éste fue finalmente aprobado en el Consejo de Política Fiscal y Financiera dos días después, con la abstención de las comunidades gobernadas por el PP. También en este caso, Montilla asumió las tensiones sin cuento que el asunto provocó entre los gobiernos catalán y español desde la aprobación del Estatut hasta la consecución del acuerdo.
Como acabamos de ver, si de seguidismo se puede acusar a Montilla, es de haber seguido y avalado las políticas de Maragall y Castell. ¿Qué ha cambiado desde entonces para que ahora se desmarquen del moribundo Montilla? El Sr. Castells "no entiende, por ejemplo, cómo después de la sentencia del Constitucional sobre el Estatut, no hay una reacción de los diputados del PSC en Madrid". No me sorprende nada que se exprese en estos términos el Sr. Castells que encuentra, en cambio, normal que esos mismos "diputados del PSC en Madrid" –y el resto de los diputados del PSOE– no reaccionen cuando el Gobierno catalán incumple reiteradamente el Real Decreto de enseñanzas mínimas durante varios años. El ejemplo del Estatut ilustra las dos varas de medir de los nacional–"socialistas" del PSC: el Gobierno catalán puede llevar (y lleva) ante el Constitucional todas las normas que considera invaden sus competencias, pero cuando otros partidos, Gobiernos de comunidades autónomas, Gobierno de España, etc., hacen lo propio, se rasgan las vestiduras. Conviene, además, recordar que Montilla ha mantenido sobre este asunto posiciones tan radicales como las de sus consejeros más nacionalistas: cuestionó una y otra vez la capacidad del Constitucional para ver los recursos presentados contra el Estatut; promovió una intensa campaña dirigida a deslegitimar a los miembros del Tribunal; les instó a declararse incompetentes; y, finalmente, aceptó ir a la picota y encabezar la marcha del pasado 10 de julio convocada por una organización independentista para reclamar el derecho a la secesión, camuflado bajo de la expresión "derecho a decidir".
A los distinguidos representantes de la corriente nacional–"socialista" del PSC, cuyo lenguaje y objetivos de "país" resultan indistinguibles del egoísmo tribal y xenófobo que fluye por las venas de Convergencia Democrática de Catalunya y ERC, sólo cabe pedirles que no pierdan un minuto más haciendo amagos y aspavientos, y refunden de una vez el PSC para independizarlo plenamente del PSOE. Somos muchos los ciudadanos que saltaremos de alegría si lo hacen, y aguardaremos ansiosos el momento de comprobar el respaldo con que cuentan en las urnas.