El Gobierno de España se ha metido en un avispero. La voluntad del Partido Socialista de Euskadi de desalojar al PNV del Gobierno vasco ha puesto a los nacionalistas en pie de guerra y ha dejado al PSOE sin el único soporte con el que contaba para sacar adelante los proyectos de ley en el Congreso. El Sr. Erkoreka, portavoz del PNV en la Cámara Baja y hasta ayer aliado circunstancial del Sr. Rodríguez Zapatero, se ha erigido en la voz más crítica del Ejecutivo y éste se ha visto en varias ocasiones obligado a cambiar el sentido de su voto para no perder una votación o aceptar tramitar como proyecto de ley el último decreto de medidas urgentes. Según informaciones publicadas, hay catorce proyectos de ley hibernando en la cámara refrigerada esperando la llegada de mejores tiempos, pero la situación se hará insostenible cuando se tramiten los presupuestos de 2010 cuya aprobación no admite espera.
El cambio de escenario propiciado por los resultados de las elecciones vascas ha sacado de su sopor a los partidos que gozaron del privilegio de ser socios imprescindibles del Gobierno en la pasada legislatura, los nacionalistas catalanes, cuya cotización ha subido muchos enteros en las últimas semanas. En seguida –¡siempre tan laboriosos ellos!–, se han aprestado a tender sus redes en las revueltas aguas para sacar el mayor provecho posible del último naufragio. Con su zafiedad habitual, el Sr. Puigcercós, secretario general de Esquerra Republicana de Catalunya, lo ha dejado bien claro: "Cataluña puede obtener un buen financiamiento si aprovecha que Zapatero está en precario" (El Periódico, 29 de marzo de 2009). Esta es la lógica del buen nacionalista. En la pasada legislatura lo que cayó en las redes fue nada menos que el nuevo Estatut de Cataluña, todavía pendiente de un recurso ante el Tribunal Constitucional. Ahora se trata de sacar la mayor tajada posible para "Cataluña", ese eufemismo con el que los nacionalistas catalanes encubren sus deseos de aumentar los recursos controlados por la Generalitat, importándoles un bledo si la distribución final entre todos los ciudadanos españoles es más o menos justa. (He mentado al diablo, ¿verdad?).
Lo malo de la situación presente no es que el Sr. Rodríguez Zapatero y su Gabinete estén en precario, sino que lo estén los intereses generales que representan las Cortes y el Gobierno de España. La situación no es nueva, pues en circunstancias similares se encontraron ya el Sr. González en 1993 y el Sr. Aznar en 1996 con resultados muy parecidos a los que se pueden pronosticar ahora: más recursos y nuevas transferencias de competencias para Cataluña. Desde una óptica estrictamente partidista, el ver al Sr. Rodríguez Zapatero pasando apuros en el Congreso, puede resultar jocoso y hasta reconfortante para quienes profesan un odio manifiesto a su persona y al PSOE. Pueden incluso estar en lo cierto quienes consideran que la precariedad del Gobierno mina su credibilidad y favorece las expectativas electorales del principal partido de la oposición. Sin duda. Pero lo cierto –¡seamos por una vez serios!–, lo terriblemente cierto es que la situación sería muy similar y sus consecuencias para el Estado muy parecidas, si fuera el PP el partido que dispusiera de una mayoría relativa en el Congreso y ostentara el Gobierno de España. Cambiar un partido por otro no resuelve nada. Esta es la tragedia que ha propiciado la deriva autonomista iniciada en 1993 y que alcanzó su aquelarre al aprobarse los nuevos estatutos de autonomía a la carta durante la pasada legislatura.
Dos cuestiones merecen ser consideradas. Primera: ¿por qué el Sr. Rodríguez Zapatero se ha puesto en una posición tan delicada en lugar de aceptar la oferta del PNV de compartir Gobierno en el País Vasco? Segunda, ¿por qué el acuerdo alcanzado entre socialistas y populares en el País Vasco no se puede extender al Congreso? En cuanto a la primera, estoy convencido de que los enemigos del Sr. Rodríguez Zapatero lo achacarán a su proverbial incompetencia o a alguna finalidad inconfesable y malévola. Más probable resulta, sin embargo, atribuirla al convencimiento del Sr. Rodríguez Zapatero de que hacía falta desalojar al PNV de las instituciones para intentar poner fin al desbarre independentista –Plan Ibarretxe– impulsado desde el mismísimo Gobierno vasco y potenciar la lucha de la Ertzaintza contra ETA. En cuanto a la segunda, el PP se ha mostrado generoso en el País Vasco porque no tenía ninguna posibilidad de gobernar y los nacionalistas son mucho más peligrosos para ellos que el PSE, pero su generosidad no es trasladable al Congreso porque tener al Gobierno enmarañado en las redes de los nacionalistas refuerza sus expectativas de ganar las próximas elecciones. A lo mejor, eso sí, en precario, con mayoría relativa ... y de nuevo vuelta a empezar entre las tenaces redes de los nacionalistas.
¿Alguna vez el PSOE y el PP serán capaces de poner los intereses generales por encima de sus intereses partidistas? ¿Por qué resulta más fácil pactar con los nacionalistas los Presupuestos Generales del Estado que con el principal partido de la oposición? Que tomen ejemplo de los Estados Unidos ahora que el presidente Obama parece ser un referente para ambos.