Un lugar pasa a ser sagrado por la creencia extendida de que fue visitado por lo milagroso o lo trascendente (Lourdes, el Monte del Templo), la manifestación de una gran nobleza y sacrificio en algún momento del pasado (Gettysburg) o la sangre de los mártires y el indescriptible sufrimiento de los inocentes (Auschwitz).
Cuando hablamos de la Zona Cero como suelo sagrado, lo que queremos decir es que pertenece a quienes sufrieron y murieron allí, y que ese hecho nos obliga a nosotros, los vivos, a preservar la dignidad y la memoria del lugar, sin permitir nunca que se olvide, se trivialice o se malverse.
Ese es el motivo de que la propuesta de Disney a principios de la década de los 90 de construir un parque temático de la historia estadounidense en las inmediaciones del Parque Manassas Battlefield (donde tuvieron lugar las dos batallas de Bull Run) fue echada abajo por una amplia coalición que temía que se vulgarizase nuestra Guerra Civil (fueron más inteligentes que yo, que en aquel entonces no veía que la iniciativa fuese especialmente mala). Es también el motivo de que el mirador comercial construido justo en el límite de Gettysburg fuera desmantelado por el Servicio de Conservación. Es el motivo de que a pesar de que nadie ponga pegas a los centros culturales japoneses, la idea de construir uno en Pearl Harbor resulte ofensiva.
Y de que el Papa Juan Pablo II ordenase a las monjas carmelitas abandonar el convento que habían establecido en Auschwitz. No estaba despreciando en absoluto su misión de rezar por las almas de los muertos. Les enseñaba una lección de respeto: no es vuestro sitio, pertenece a otros. Por más pura que sea vuestra voz, mejor que reine el silencio.
Hasta el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, quien acusó a quienes se oponen a la construcción del centro islámico y mezquita de 15 plantas en las inmediaciones de la Zona Cero de violar la libertad religiosa, pidió a los promotores de la mezquita que mostraran "cierta sensibilidad especial hacia la situación". Aun así, como apuntó con acierto el columnista Rich Lowry, la administración no pinta nada diciendo a las iglesias cómo tienen que desarrollar su labor, modelar su mensaje o mostrar "sensibilidad especial" hacia nadie. Por eso, con sus palabras Bloomberg estaba reconociendo implícitamente la lógica de los argumentos de aquellos a quienes critica con tanta virulencia por oponerse a la mezquita, a saber, que la Zona Cero es diferente a cualquier otro sitio y por tanto debe seguirse allí un criterio especial y único.
Está claro qué se sigue de lo dicho por Bloomberg: si la mezquita propuesta estuviera controlada por radicales islamistas "insensibles" que excusan o celebran el 11 de septiembre, él no apoyaría su construcción.
Pero, ¿por qué no? Según la expansiva visión de la libertad religiosa que tiene el propio alcalde, ¿qué derecho tenemos a dictar el mensaje de cualquier mezquita? Además, como mera cuestión práctica, no hay ninguna garantía de que esto no vaya a pasar en el futuro. Las instituciones religiosas de este país son autónomas. ¿Quien dice que la mezquita no va a contratar algún día a Anwar al-Aulaqi, el líder espiritual del pistolero de Fort Hood y del terrorista que intentó volar el avión el que viajaba las pasadas Navidades, e imán puntual de la mezquita de Virginia a la que asistían dos de los terroristas del 11 de Septiembre?
Que un imán como Aulaqi predique en Virginia es un problema de seguridad. Un Aulaqi predicando en la Zona Cero sería un sacrilegio.
El lugar importa; en especial este lugar. La Zona Cero es la escena del mayor crimen de la historia estadounidense, perpetrado por musulmanes de una ortodoxia islamista concreta por cuya causa murieron y en cuyo nombre asesinaron. Por supuesto que esa variante representa sólo a una minoría de los musulmanes. El islam no es más intrínsecamente islamista que nazi es la Alemania actual, pero a pesar de la inocencia de la Alemania contemporánea, a ningún alemán de buenas intenciones se le ocurriría proponer un centro cultural germano en, digamos, Treblinka.
Es precisamente eso lo que te hace dudar de las buenas intenciones detrás de la propuesta del imán Feisal Abdul Rauf. Éste es el caballero que ha llamado a la política estadounidense "un accesorio del crimen" del 11 de Septiembre y que, preguntado hace poco si Hamás es una organización terrorista o no, respondió: "Yo no soy un político... La cuestión del terrorismo es un tema muy complejo".
Estados Unidos es un país libre donde se puede construir lo que se quiera, pero no en cualquier parte. Es el motivo de que existan las ordenanzas municipales. No puede haber licorerías en las inmediaciones de un centro escolar, no puede haber complejos comerciales donde puedan ofender las sensibilidades locales y, si su casa no cumple el reglamento arquitectónico de la zona, no podrá construirla.
Estas restricciones obedecen a motivos de estética. Otras obedecen a razones mucho más profundas de decencia común y respeto a lo sagrado. No puede haber miradores comerciales en Gettysburg, no puede haber conventos en Auschwitz... y no puede haber mezquita en la Zona Cero. Constrúyala en cualquier parte menos allí.
El gobernador de Nueva York se puso a disposición de los promotores de la mezquita para encontrar terreno en otro lado donde levantarla. Una mezquita realmente destinada a tender puentes, el objetivo que según Rauf tendrá la estructura, aceptaría la oferta.