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César Vidal

El siglo III no está tan lejos

En adelante, la Historia del imperio se iba a parecer a la del náufrago que, en alta mar, tan sólo intenta mantener la cabeza por encima del agua.

El siguiente artículo ha sido solicitado al autor por los oyentes de Es la Mañana de Federico.

Reconozco que desconfié cuando Isabel me pidió que escribiera un artículo para Es la Mañana de Federico trazando los paralelos entre la España actual y la crisis del siglo III. Fue así, fundamentalmente, porque yo no creo mucho en los paralelos históricos. Existen y se pueden trazar, sin duda, pero no son como el chicle algo que se pueda estirar a placer. Y sin embargo... sin embargo, tengo que reconocer que algunos aspectos de aquella crisis que sacudió al imperio romano recuerdan la situación que ahora vivimos.

El primero es el dirigismo estatal. Convencidos de la bondad del estado, los romanos habían ido permitiendo que interviniera cada vez más en sus vidas, supuestamente, para garantizarles un futuro mejor. Lo cierto es que ese proceso sólo sirvió para provocar subidas de impuestos, limitación de las libertades y un estrangulamiento creciente de la economía. La situación llegó a tal extremo que multitud de personas decidió abandonar las ciudades y marchar al campo porque al menos allí tenían garantizado el pan cotidiano y no fueron pocos los que aceptaron convertirse en semiesclavos a cambio de cierta seguridad económica.

El segundo paralelo es el de la presión de los bárbaros. No eran éstos nuevos en la Historia de Roma, pero, por regla general, las legiones se habían bastado de sobra para quitárselos de encima de manera expeditiva y duradera. En el siglo III se fue descubriendo con inquietud creciente que la presión demográfica de los bárbaros podía hacer saltar el sistema imperial. Hasta entonces Roma había sabido metabolizar a los recién llegados. Ahora resultaba obvio que éstos la podían ir devorando pedazo a pedazo.

Finalmente, llama enormemente la atención el papel relevante que algunas mujeres fueron adquiriendo en la marcha del imperio. No abrigo dudas de que detrás de su ascenso se hallaba fundamentalmente la ambición política, pero, al menos en el siglo III, no intentaron enmascararla valiéndose de la ideología de género o de la búsqueda de la igualdad. Querían el poder y punto, y debe decirse que en algunos casos lo consiguieron sobradamente.

¿Cómo acabó aquel siglo III de dirigismo estatal, presiones de los bárbaros y mujeres empeñadas en hacerse con el poder político? Pues concluyó con una crisis que a punto estuvo de convertir el imperio romano en un episodio del pasado. De aquella coyuntura acabó saliendo Roma gracias a una feroz dictadura militar y aún así no son pocos los que dudan de que lograra salvar el escollo porque, en adelante, la Historia del imperio se iba a parecer a la del náufrago que, en alta mar, tan sólo intenta mantener la cabeza por encima del agua. Resumiendo: que no termino yo de ver los paralelos con la España actual, pero también es cierto que todo depende del cristal con que se mire.

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