Al final ganó Gómez, es decir, la casi nada se impuso a la nada absoluta. En mi modesta opinión este resultado no debe extrañarnos tanto: que un líder en su peor momento como Zapatero intente imponer una candidata tan mala como Trinidad Jiménez no podía acabar de otra forma.
Desde luego la historia sería diferente con el Zapatero de hace un par de años, recién revalidado el triunfo electoral y probablemente en su mejor momento político dentro del PSOE; o de haber sido su paracaidista un político de cierta altura y algo más de fuste y no Trinidad Jiménez, el típico producto de partido que nunca pasa por el refrendo de las urnas y que, de hecho, cuando lo hizo conquistó un sonoro fracaso.
Pero aunque el resultado final de la arriesgada apuesta de Zapatero y sus satélites sucesorios en el Gobierno fuese previsible eso no evita que tengamos que hacer el correspondiente análisis político del asunto, y éste es bastante demoledor para el secretario general de un partido que, como vemos, escapa por momentos a su control.
Frente a los que creen en un complicado y arriesgado plan para dar a Tomás Gómez la popularidad que no tenía y que es cierto que ahora sí tiene, soy de la opinión de que ésta era en realidad una maniobra cuyo transfondo era, sobre todo, el control de una importante federación del PSOE de cara a lo que pueda ocurrir en los próximos meses en un partido que se enfrenta a un durísimo calendario electoral, con derrotas más que previsibles que pueden tener consecuencias explosivas en su vida interna.
¿Por qué creo esto? Por el escasísimo tirón electoral de Trinidad Jiménez, del que ahora hemos tenido una nueva prueba, y por la implicación directa en la campaña del propio Zapatero, de Blanco y de Rubalcaba, que ahora correrán a ponerse al frente de la manifestación tomasista de cara a la galería, pero que han intentado por todos los medios torpedear la candidatura de Gómez como paso previo a desalojarlo también de sus responsabilidades orgánicas.
Ahora, en una organización que ha sido dirigida con mano de hierro por un núcleo dirigente que tiene el armario lleno de cadáveres y rencores, ese "sector duro" que ha apostado radicalmente por Trini ha mostrado su debilidad y, cómo suele decirse, a moro muerto gran lanzada.
Además, hay que tener en cuenta que la derrota ha sido a manos de Tomás Gómez, que no es precisamente ni Adenauer ni Olof Palme, sino un candidato casi tan mediocre como la propia Trini que es evidente que ha sido encumbrado por el único acto político de valía desde que ha salido de Parla: decirle no a Zapatero, como dijo malévolamente Rubalcaba.
Eso sí, y ya avisó el ministro del Interior, lo que ahora ha sido el gran activo de Gómez probablemente será su gran pasivo en los próximos meses, no de cara a un votante socialista que está empezando a estar muy quemado con Zapatero (si ya lo están los militantes...) sino en el interior del propio PSOE, cuyos mandamases ni perdonan, ni olvidan, ni se pararán en barras para vengar esta afrenta, y si no que se lo pregunten a Borrell.
¿Debe preocupar el éxito de Gómez al PP y a Aguirre? Creo que no, primero por esa labor de zapa quintacolumnista a la que se tendrá que enfrentar el candidato socialista; segundo porque en mi modesta opinión enfrentarse a Aguirre, quizá el político más en forma de España en estos momentos, es un reto muy diferente a enfrentarse a Trini y considerablemente más difícil; tercero porque la dinámica positiva que generan unas primarias queda muy lejos de la cita electoral y su efecto se acabará diluyendo.
Y por último porque, en suma, en este momento la Comunidad de Madrid tiene un perfil mucho más cercano ideológica y sociológicamente al PP que a un PSOE al que, además, la situación económica no dejará de hacerle daño.