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Carmelo Jordá

Socialdemocracias nórdicas venezolanas

Como en todo lo relacionado con la democracia directa y asamblearia, el resultado práctico de un revocatorio suele ser entre nauseabundo e infecto.

Como en todo lo relacionado con la democracia directa y asamblearia, el resultado práctico de un revocatorio suele ser entre nauseabundo e infecto.
El podemita Juan Carlos Monedero, chavista de pro | Imagen TV

El socialismo del s. XXI inventó un maravilloso y muy democrático sistema para que el pueblo –léase "la gente"– pueda retirar su confianza a un gobernante: el referéndum revocatorio.

La cosa consiste en que si se reúnen las suficientes firmas se puede plantear una votación para enseñarle la puerta al presidente a partir de un determinado momento de su mandato. Suena casi tan bien como todo lo relacionado con la democracia directa y asamblearia y, como en todo lo relacionado con la democracia directa y asamblearia, el resultado práctico suele ser entre nauseabundo e infecto.

Lo es porque, aunque se pueda pensar lo contrario, quizá no sea tan buena idea un control tan a corto plazo del poder, que en la práctica sólo sirve para agrandar la tendencia populista y demagoga de casi cualquier gobernante. Y lo es, también, porque estas brillantes y democráticas leyes suelen estar cargadas de trampas para uso y disfrute de gobernantes despreciables y sin escrúpulos.

Eso es lo que ocurrió, está ocurriendo y va a ocurrir en ese paraíso de las libertades y el bienestar que es Venezuela, donde un régimen ya completamente desatado –y acorralado– no tiene empacho en reconocer que va a despedir a personas que firmaron la petición para el revocatorio de Maduro.

Fueron cientos de miles de firmas, pero a pesar de ello el chavismo ha rebuscado entre ellas para encontrar a aquellos a los que puede castigar por, atención, utilizar un procedimiento legal reconocido en la Constitución. Eso sí que es una ley mordaza.

No es la primera vez que ocurre: ya lo hizo el propio Chávez en su revocatorio en 2004; y no será la última porque esta es la esencia de una herramienta creada para dejar al ciudadano en evidencia ante el poder.

La cosa nos quedaría más o menos cerca y podríamos limitarnos a lamentar la triste suerte del querido pueblo venezolano si no fuese porque hay quienes siguen queriendo implantar un mecanismo similar en España. Y les aseguro que tiene las mismas intenciones totalitarias que los chavistas, no en vano allí es donde han aprendido algunos trucos de estos.

Es lo que tienen las socialdemocracias nórdicas venezolanas: que en el fondo casi todo es, exactamente, lo que parece.

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