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Carmelo Jordá

Querida Esperanza: eres el ejemplo de que te equivocas

Te equivocas, Esperanza, o nos mientes, y lo peor de todo es que tú misma eres la prueba de tu error… o tu mentira.

¿En qué momento trabajar en el extranjero –y nada menos que en una capital como Londres–, en un puesto cualificado y con "medios para investigar" dejó de ser un motivo de prestigio y orgullo en una carrera profesional para convertirse en una desgracia?

Supongo que es algo que ha coincidido con la llegada al mercado laboral de esa generación-mejor-preparada-de-la-historia que está –o, mejor dicho, cree estar– tan bien formada que todo tiene que llegarle ya y sin mayor esfuerzo: un trabajo bien remunerado, en el campo en el que se ha estudiado, con medios para hacerlo como a todos nos gusta y, por supuesto, cerca de casa, para poder disfrutar de las sobremesas con papá y mamá y, de paso, llevarse algún táper lleno de comida a casa.

Independientemente, por supuesto, de que a la hora de estudiar hayan decidido usar los más que abundantes recursos que este país tan terrible ha puesto a su disposición –por ejemplo: una educación gratuita o prácticamente gratuita desde preescolar hasta la licenciatura y más allá– para elegir no la carrera que más salidas laborales les ofrecía, sino aquello que simple y llanamente les apetecía.

Porque esa y no otra es tu vida, Esperanza, la de una persona a la que el país que quiere cambiar de arriba abajo le ha pagado la educación primaria, la secundaria y la práctica totalidad de un título universitario; a la que esa Unión Europea de la que tu partido quiere salirse le ha dado una beca Erasmus; una persona que vive y trabaja en una de las mejores ciudades del mundo. De hecho, cabría preguntarse, querida Esperanza, ¿por qué no eres feliz?

En cualquier caso, y teniendo en cuenta que lo cierto es que tu felicidad no es algo que al resto de los españoles deba preocuparnos demasiado, quizá deberías mirarte en el espejo de esa vida tan supuestamente dramática y darte cuenta de que tú misma eres la negación de lo que predicas.

No sólo por todo lo que has recibido ya de ese país que es un desastre pero al que quieres volver, sino porque cuando has decidido irte, cuando has salido de España buscando un futuro mejor, te has plantado en Londres, quizá la ciudad más capitalista de Europa, probablemente el lugar de este continente que menos se parece a Venezuela, a Cuba, a Grecia o incluso a Argentina, es decir, a los países en los que se disfruta un modelo como el que desde Podemos queréis implantar en España.

Si cuando has querido que las cosas te fuesen mejor has elegido el capitalismo, la libertad, los impuestos bajos, el Estado poco intervencionista y la competencia, ¿por qué crees o quieres hacernos creer que a los demás lo que nos conviene es el socialismo, la falta de libertad, los impuestos altos, el Estado muy intervencionista y la falta de competencia?

Te equivocas, Esperanza, o nos mientes, y lo peor de todo es que tú misma eres la prueba de tu error… o tu mentira.

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