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Carmelo Jordá

La Hispanidad y la estupidez

No se me ocurre ningún hecho histórico de tanta importancia para tanta gente como el Descubrimiento de América.

No se me ocurre ningún hecho histórico de tanta importancia para tanta gente como el Descubrimiento de América. Aún menos, un esfuerzo de un país como la conquista y colonización de todo ese continente, a miles de kilómetros de la metrópoli y con la tecnología del siglo XVI.

Por supuesto, hubo episodios oscuros, sin duda muchos, es obvio que la Conquista de América no soporta el estándar moral del siglo XXI. Pero no es así como debe ser juzgada, sino con el del propio del s. XVI y teniendo cuenta hechos como que en 1512 –¡sólo veinte años después del Descubrimiento!– se promulgaron las primeras leyes para la protección de los indígenas.

De hecho, fue tal la preocupación por esa cuestión que en 1542 se publicaron las Leyes Nuevas, "para la gobernación de las Indias y buen tratamiento y conservación de los indios". Ninguna potencia colonial ha mostrado tal interés por sus súbditos de allende los mares, incluso aunque la aplicación de las leyes a miles de kilómetros, prácticamente en otro mundo, fuese imperfecta.

Pero lo importante de la Hispanidad es que, fuese como fuese la Conquista, gracias a ella hoy en día América es como es, gracias a ese proceso cientos de millones de seres humanos compartimos un espacio de valores y una historia común a uno y otro lado del Atlántico.

Gracias a la colonización de América, podemos entendernos sin problema desde Barcelona hasta la Baja California, desde buena parte de Estados Unidos hasta la Tierra de Fuego; por ella hablamos como hablamos y comemos lo que comemos; y, no lo olvidemos, gracias a la increíble aventura de los conquistadores, productos como la patata evitaron que buena parte de Europa se muriese de hambre.

En resumen, creo que el Descubrimiento ha hecho que el mundo sea mucho mejor, y me parece razonable pensar que, si no hubiera sido España la colonizadora, el proceso habría sido, en líneas generales, bastante peor. Pero todo eso no es tan importante como constatar la gran parte de nosotros –y no digamos lo que es hoy ese inmenso espacio desde Texas hasta Ushuaia– que nace de aquello.

Y así entendemos la mayoría de los españoles la Hispanidad: no sólo una fiesta en la que recordar nuestra mayor gesta como nación, también un momento para reconocernos en lo que hemos hecho juntos, los hispanos de aquí y de allí; un día para celebrar lo mucho que nos une ahora, no en 1492.

Hay que ser muy necio, y odiarse mucho a uno mismo, para reducir la Hispanidad a un cuento de malos invasores y buenos salvajes; hay que ser tremendamente estúpido para buscar las únicas referencias y ejemplos morales en un mundo precolombino que tan lejos nos queda en la distancia, los valores y el tiempo, pero que si en algo forma parte de nosotros es, precisamente, por la Conquista.

Hay que ser muy memo y muy antiespañol para intentar hundir bajo una catarata de tópicos una gesta que no sólo es española, sino que compartimos con cientos de millones de americanos, que son, ellos sobre todo, los descendientes de los conquistadores.

Y, sobre todo, hay que ser un niño mental y políticamente –o tomar a la gente por imbécil– para intentar colarnos eso de que no hay nada que festejar por la crisis, justo después de participar sumisamente en la Diada, en día del nosequé vasco, los Goya o la Fiesta del Cordero.

No dejemos que nos hagan tener miedo a España, no permitamos que nos inculquen el odio a nuestra historia, aprendamos de ella, disfrutemos lo que haya que disfrutar, lamentemos lo que deba lamentarse y, cuando corresponde, como el 12 de Octubre, celebremos lo bueno de lo que hemos sido y de lo que somos. Sin rollos patrioteros, si quieren, pero sin tanta estupidez, por favor.

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