¿Se acuerdan de aquella aguerrida izquierda poblada de honestos trabajadores que defendían su derecho a una remuneración justa a cambio de una labor bien hecha? ¿Y de los que decían lo de "La tierra para quien la trabaja"? Bien, pues ya no existe.
Ahora lo que se estila no es el derecho a un sueldo digno por trabajo digno, sino el derecho a un no trabajo, es decir, a recibir el sustento sin mover un músculo, no digamos ya sudar. Es lo que reivindican todas estas mareas que hablan de que los ciudadanos deben tener esto o aquello –sanidad, educación, televisión pública…–, pero en realidad lo que exigen es que determinados funcionarios o enchufados puedan seguir cobrando sin trabajar o, al menos, sin trabajar de verdad.
Una exigencia que ya desborda los centros de trabajo y llega a las aulas universitarias. Sí, ya sé que con algunas excepciones la universidad española tampoco viene siendo el reino del estajanovismo, más bien lo contrario, pero ahora estamos dando un paso más allá: una cosa es que todos seamos vagos y no pase nada, y otra que lo reivindiquemos como un derecho.
Y eso es exactamente lo que está pasando: la izquierda brama por el derecho de los estudiantes a sacar una nota inferior a 6,5, lo que tampoco parece, teniendo en cuenta el nivel medio de la universidad española, uno de los trabajos de Hércules.
Un servidor de ustedes, que tuvo que pasar por una universidad cuyo nivel ya estaba bastante depauperado, contempla ese objetivo, ese 6,5, como algo razonablemente al alcance de cualquiera que quiera seguir llamándose estudiante, no digamos de cualquiera que quiera seguir cobrando por estudiar, es decir, recibiendo una beca.
Cobrando más, cabría recordar, porque, tal y como ha recordado Libertad Digital, las plazas universitarias ya están subvencionadas al menos en un 80%, es decir, que el chaval que se pasea por los campus ya nos está costando a todos los contribuyentes un dineral, estudie o vaya a la fiesta de San Canuto.
Pero ahí tenemos, triunfantes, a los socialistas de todos los partidos clamando por el derecho de los estudiantes a no estudiar, haciendo recular al ministro Wert del tímido pasito dado y recordándonos en suma que ni la tierra, ni la beca ni la licenciatura son para el que se lo trabaja, sino que todos tenemos derecho a todo… gracias a la generosidad de papá Estado y sus sumos sacerdotes, los políticos.