Si hay algo que me indigna ante una aberración como la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos no es la lógica alegría de los asesinos o sus familiares, ni siquiera la de los amiguetes políticos de los etarras, véase Bildu y chusma anexa, que al fin y al cabo están en el mismo negocio. No, lo que me indigna de verdad es lo de los aduladores del terror, los que están a la que saltan con cualquier oportunidad de pasar la mano por el lomo de los asesinos y explicarles, y explicarnos a los demás, que ellos sí les entienden, que ellos son muy modernos y abiertos de mente, que ellos sí están dispuestos a luchar por la paz, no como esos cafres que defienden, fíjense ustedes qué vileza, a las víctimas.
Están en el Parlamento –qué no encontraremos hoy en día en nuestro Congreso– repartiendo carnés de demócrata; están por ahí pidiendo su derecho a decidir –y a llevárselo crudo–; y están también, cómo no, en no pocos medios de comunicación, firmando columnas comprensivas con los que asesinaban, muy pedagógicas, y normalmente insultantes para los que eran asesinados y sus familiares.
Se les llenan la boca y la pluma de términos como justicia, venganza, inmovilismo u oportunidad. Son también los del "tiempo nuevo" y las "distintas sensibidades". Sin olvidar otras palabras como caverna o ultra, bien sola, bien en compañía de derecha.
Una retórica y una aparente elegancia que esconde un sectarismo atroz, que les hace odiar más a la víctima que al verdugo, que hace que no se pregunten qué ha hecho alguien –si matar a más de 20 inocentes o si morir a manos de un cobarde– sino quién es ese alguien y cómo piensa.
Adulan a los terroristas, pero no porque tener "ansia infinita de paz", sino porque los prefieren, porque nos odian más a nosotros por ser de derechas o liberales o, simplemente, españoles.
Adulan a los terroristas porque las víctimas algo habrían hecho, y encima ahora siguen ahí, molestando y sin dejarles pactar por todo lo alto con estos muchachos, puede que un poco brutos pero al fin al cabo de izquierdas, como ellos.
Adulan a los terroristas y, aunque no dejan hablar de lo que supuestamente nos conviene a todos, siempre siempre siempre piden, o festejan, lo que sólo conviene a los asesinos.
No sé a ustedes, pero a mí cada vez que los veo se me revuelven las tripas.