Se preguntarán, tal vez qué tiene que ver José María Aznar con París. Pues mucho, porque París, precisamente, se está convirtiendo en la capital europea de esa gigantesca estafa medioambiental, denunciada por Aznar en la presentación del libro, Planeta Azul del presidente checo Vaclav Klaus. Fueron palabras sensatas y valientes las de nuestro ex presidente de Gobierno que motivaron insultos de los conversos al nuevo fanatismo ecológico y molestaron al pazguato nuevo PP (salvo a Esperanza Aguirre, una vez más). Pues resulta que Vaclav Klaus será presidente de la UE a partir del 1 de enero de 2009, pero parece que decir la verdad y manifestar dudas científicas sobre ese delirio medioambiental –la nueva religión totalitaria– sería por lo visto un obstáculo a esa presidencia: para algunos, la superstición ecológica vendría a ser la solución a la crisis. Para otros, sin embargo, pasaría por adoptar el socialcapitalismo estatal.
Lo que ocurre en realidad es que Sarkozy, dopado por los suyos, sus supuestos éxitos y su indudable energía, quiere seguir siendo presidente de la UE, saltándose a la torera los tratados europeos. El otro día Le Figaro, en su nueva versión ultra sarkozista, titulaba: "Sarkosy impone la cumbre económica a Bus", cuando en realidad Sarkozy no puede imponer nada a nadie, ni siquiera a Angela Merkel ("gran señora digna de veneración", como la morcilla).
Por cierto, a propósito de esa cumbre, la pataleta de Zapatero de "¡Yo quiero ir! ¡Yo quiero ir!" (pataleta apoyada por los medios españoles y los Príncipes de Asturias) no ha encontrado el menor eco en la prensa francesa. La verdad es que España les importa un bledo.
Cualquiera que sea optimista se da cuenta de que todas estas cumbres económicas, nacionales, europeas o internacionales, como la reciente en Pekín, pueden ser remedios peores que la enfermedad. Entre las diversas causas de la crisis financiera y económica actual, mal analizada y peor explicada, dos parecen evidentes: la pésima actuación de los organismos financieros estatales, como la Reserva Federal, los bancos centrales, el FMI y el Banco Mundial con una política de créditos "a lo loco" y también una gigantesca especulación mundial (opaca, of course) que provoca los altibajos bursátiles, y enriquece a los listos. Las soluciones que se han propuesto hasta ahora pueden resumirse en un aumento del papel de los Estados, en todos los sectores financieros, y pueden resultar catastróficas. El "culpable" no es el mercado, señores.
Pero los socialistas franceses, desmemoriados, se olvidan de su propia experiencia en 1981, cuando nacionalizaron el crédito, y todos los bancos aún privados, lo cual provocó una crisis económica con un aumento considerable del paro. Hoy, unánimes, vuelven a afirmar que la solución es repetir los errores pasados.