En teoría, todos –los medios, la opinión pública, los partidos, los columnistas y las amas de casa– son partidarios del pluripartidismo, de la libertad de opinión y de la alternancia, pero en la práctica, los mismos y alguno más consideran que cuando gana la derecha en unas elecciones democráticas es una catástrofe; o peor que una catástrofe, es intolerable. A la derecha se la tolera, pero sólo como florero. Se ha podido constatar una vez más durante estos días, porque aun cuando algunos piensan que es positivo, o al menos lógico, que en momentos tan graves para Israel, las derechas hayan ganando las elecciones (en la medida en que sus ciudadanos dan prioridad a la seguridad), ninguno se atreve a decirlo. Netanyahu y el Likud se merecen todos los castigos por ser de derechas. Lo mismo se repite en España: el PP ha ganado en Galicia, es una catástrofe, porque el PP es el franquismo, la derecha, el desastre. En el País Vasco, en cambio, si los socialistas logran formar Gobierno, miel sobre ojuelas.
Mientras tanto, Francia se hunde cada vez más en la crisis económica: las cifras oficiales anuncian 300.000 parados más en 2009, una disminución considerable del PIB, una recesión generalizada y un aumento de la deuda pública, lo que nos promete desastres para mañana. El Partido Socialista se aprovecha de la situación para criticarlo todo, pero en el fondo están encantados de encontrarse en la oposición, ya que no tienen ni idea de lo que habría que hacer para menguar la crisis.
Como vivimos en un mundo cada vez más ritual, todos parecen interesarse por las elecciones europeas, que no sirven para nada, ya que el Parlamento europeo es el modelo de la casa vacía. Pero Sarkozy obliga a los suyos a presentarse y el Partido Socialista finge unidad por los mismos motivos. La formación de Aubry y la de Royal ha logrado presentar, en efecto, una lista única de candidatos, pero tras tales trapicheos y compromisos que hasta Gerard Collomb, el diputado-alcalde de Lyon, ha declarado públicamente que hay que sentirse profunda e irremediablemente de izquierdas para permanecer en el Partido Socialista en la situación actual.
Mientras tanto, Segolène Royal hace el amor en Marbella. La foto salió en Paris-Match. Luego se fue a Guadalupe para intentar embrollarlo todo un poco más. Cuando vi la foto de su "nuevo compañero", me dije que si el feo de François Hollande vivía o salía con guapas, Segolène, ella, vivía o salía con feos. Desde Hollande a todos sus otros amantes supuestos, son todos a cada cual más feo, y éste, como se dice en los madriles, no está "de buen ver" y además no es un político, sino un hombre de negocios o algo así. ¿Será humana Segolène Royal? Yo la tomaba por un robot.
Desde luego, ni las gesticulaciones de Sarkozy ni los amoríos de Segolène van a solucionar la crisis económica, cultural y moral de Francia.