Hace unos días llegaba la noticia de que el Departamento de Justicia estadounidense investigaba a Apple, Google y Yahoo por prácticas anti-competitivas. No, no se trataba de que estas empresas tuvieran acuerdos secretos para eliminar a la competencia en sus negocios. Ni para hacer tratos secretos entre ellas.
El "delito" investigado era un supuesto acuerdo para evitarse el robo de empleados clave entre ellas. Todavía no se sabe si el acuerdo es cierto, pero de serlo sería algo tan estúpido como dispararse a su propio pie.
El que un empleado de Google no pueda irse a Yahoo o a Apple no le fuerza a quedarse en Google: puede ir a otra empresa. Es posible que algún directivo de recursos humanos haya pensado que ninguna persona en su sano juicio dejaría una de estas empresas para marchar a otra menos cool, y que con cerrar sus puertas entre sí ya basta para desincentivar la fuga de talentos.
Pero la realidad es más compleja. Ayer supimos que Greg Badros, responsable de la Plataforma de Aplicaciones de Google, deja la compañía para pasar a trabajar en Facebook. Badros es precisamente uno de esos empleados clave que Google no querría dejar marchar. Entró en la empresa en 2003, dirigió nada menos que el equipo de ingeniería de AdSense desde sus comienzos en 2004, y ha dirigido también a los equipos de Google Calendar, Google Reader y Gmail. Una joya, vamos.
De ser cierto el acuerdo entre Google, Yahoo y Apple, sólo significa que Yahoo y Apple han puesto más fácil a Facebook contratar a un figura como Badros, ya que se impidieron a sí mismas competir por su talento. En otras palabras: han actuado contra sus propios intereses para favorecer a un tercero.
Si las empresas investigadas se empeñan en mantener estas prácticas, será el mercado el que las castigue, favoreciendo el que otras empresas puedan conseguir un talento del que ellas se autoexcluyen. Antes o después, serán conscientes del error y rectificarán. Sin intervención del Departamento de Justicia ni de ningún otro organismo regulador.