El fallo de la Corte Constitucional que impide la celebración de un referéndum para un tercer mandato del presidente Álvaro Uribe representa una muestra de la sólida separación e independencia de poderes con la que cuenta la República de Colombia. Además, que el presidente de la República Álvaro Uribe asegurase el mismo viernes que acataría el fallo, es también un ejemplo del talante democrático de un líder que decide aceptar una decisión que frena el clamor popular en aras del imperio de la ley.
Así las cosas, ha prevalecido el buen funcionamiento democrático en Colombia. La solidez de la arquitectura institucional y el respeto por el Estado de Derecho acompañados por la altura de miras y sentido de la responsabilidad en la conducta del carismático mandatario colombiano constituyen un rasgo de la buena salud de la que goza el sistema democrático de ese gran país.
Este funcionamiento del sistema contrasta de manera fehaciente con los continuos atropellos de los gobiernos populistas de algunos países de América Latina, en donde la tentación de continuismo y perpetuidad en el poder suele desencadenar un despliegue de ardides que van desde la obscena concentración del poder público en el ejecutivo -Chávez-, hasta el propio incumplimiento de la Carta Magna -Zelaya-.
Algunos gobiernos de la región se cierran en una agenda populista plagada de vulneraciones a las libertades individuales y derechos fundamentales: expropiaciones, cierre de canales de televisión, reformas constitucionales a la carta, encarnizamiento con la disidencia...Otros, en cambio, líderes con mayúsculas, eligen una agenda democrática y de libertad que respeta las instituciones.
Éste, el de Colombia, es un triunfo de la democracia. Un triunfo que representa una parte más del buen legado que dejará la administración de Álvaro Uribe a su sucesor. Su firmeza y éxito en la lucha contra la narcoguerrilla colombiana, su coraje para enfrentar la difícil situación con los gobiernos vecinos, su apertura al mundo y su visión de país han sido factores clave para la indudable transformación que ha vivido Colombia durante estos años.
Una vez más queda demostrado que hay una alternativa clara al populismo en América Latina. En enero, triunfó el proyecto liberal en Chile encarnado por Sebastián Piñera y ahora, se manifiesta esta clara señal de respeto por las instituciones en Colombia. Evidentemente, hay una alternativa frente al proyecto caudillista y comunista que representa el socialismo del siglo XXI.
Y sí, soplan buenos aires para la región. Pero, lamentablemente el gobierno socialista de España parece empecinado en tener de amigos en América Latina al bloque que menos respeta los valores democráticos. Sin embargo, no somos pocos los que tenemos la convicción de que la senda de la normalidad en las relaciones internacionales pasa por retomar los lazos con los gobiernos democráticos de la región.
Mientras algunos apostamos por el eje Santiago-Bogotá, el gobierno de Rodríguez Zapatero parece sentirse atraído por el eje La Habana-Caracas. Mientras algunos miramos al futuro, apostando por proyectos democráticos, reformistas y liberales, otros se dejan seducir por fórmulas que sólo traen miseria, hambre y opresión. En fin, curioso lo de cierto "progresismo" europeo que acepta para otros lo que nunca querría para ellos (o eso espero).
Enhorabuena a la división de poderes en Colombia.
Enhorabuena a la democracia colombiana.
Enhorabuena, presidente Uribe.
Artículo elaborado por Guillermo Hirschfeld, coordinador de Programas para Iberoamérica de FAES y del Centro de Estudios Iberoamericanos.