La presente confusión en Siria está suscitando una gran inquietud en Israel aún mayor que su preocupación por el reciente cambio de régimen en Egipto. A diferencia del caso de Israel y Egipto, Israel y Siria no tienen acuerdo de paz, y Siria, con un enorme arsenal de armamento sofisticado, es uno de los enemigos jurados de Israel.
Durante las últimas semanas, el presidente Bashar Al Assad ha vuelto a demostrar al mundo, al igual que hizo su padre Hafez Assad, qué se entiende por brutalidad siria. Ordenaba a los efectivos sirios respaldados por tanques que entraran en las ciudades de Talkalakh, Daraa, Baniyas y Homs para sofocar las protestas contra el régimen a base de matar civiles inocentes en la calle.
En febrero de 1982, Hafez Assad actuó de una forma parecida al enviar al ejército sirio a Hama con una política de saturación contra los residentes del municipio encaminada a aplastar la revuelta de la minoría musulmana sunita contra su régimen. El cálculo de los muertos habría superado los 40.000 según el Comité Sirio de Derechos Humanos.
Siria presenta desde hace tiempo un dilema para la política exterior norteamericana, para Oriente Próximo y para Israel. Con su maridaje de grupos étnicos y religiosos rivales, de ideologías radicales y de represión política, es una bomba de relojería de 186.000 kilómetros cuadrados a punto de detonar.
Esta realidad se ha hecho cada vez más evidente por sí misma desde que Bashar Al Assad llegó al poder en el año 2000. Sin aspiraciones políticas reales, Bashar no se convirtió en el próximo líder. Fue solamente tras la muerte de su hermano Basil en un accidente automovilístico que Bashar fue sacado de sus estudios londinenses y llamado a Siria en 1994 para prolongar la dinastía Assad en el poder. Fue preparado para ocupar el trono sirio mientras aprendía el refinado arte de la dictadura, que a su vez se convirtió en su manual de administración pública.
El radicalismo de Siria es especial, al proceder de la necesidad del régimen de validar su propia existencia. Se trata de la dictadura minoritaria de una reducida minoría no musulmana que no ofrece ni libertades ni beneficios personales. Necesita de la demagogia, de chivos expiatorios como Estados Unidos o Israel, de saquear periódicamente el Líbano y de una entrada desde Irak -convirtiéndose todo lo cual en la raison d'être de la existencia del régimen.
En consecuencia, Assad es uno de los grandes financieros del islamismo en la región a pesar de estar encabezando un régimen árabe secular. Como venimos siendo testigos durante los últimos meses, está utilizando de forma táctica este apoyo al islamismo para movilizar la animadversión contra Israel y Estados Unidos, en una apuesta por desviar la atención de sus problemas internos de corrupción, economía en caída libre y ausencia de derechos civiles.
Los israelíes no han olvidado las lecciones de 1973 y no tienen ninguna intención de repetir los errores cometidos hace 38 años en lo que respecta a la amenaza siria a su supervivencia. La Guerra de Yom Kippur fue el Pearl Harbor israelí y se cobró las vidas de casi 3.000 efectivos regulares del ejército. Por tanto, es seguro pensar que el Israel de 2012 adoptará cualquier medida necesaria para garantizar su supremacía militar cualitativa en la frontera norte, como ilustra el ataque por su parte a las instalaciones nucleares sirias de al-Kibar en el año 2007.
Además, los vínculos de Siria con Irán, con Hamás y con Hezbolá avalan la actual inquietud israelí en la frontera norte. Por contra, Bashar está convencido de que es su pulso con Washington y su desprecio hacia Israel acabarán consolidando su posición dentro del país en conjunción con los vínculos más estrechos con Irán, con Hezbolá y con al-Qaeda.
Sin embargo, muchos altos funcionarios electos de Washington presentes y pasados, como la ex presidenta de la cámara baja Nancy Pelosi, el legislador Arlen Specter o el ex presidente Jimmy Carter, han acudido a rendir pleitesía a Assad, creyendo de forma ingenua que su presencia haría que Assad se abriera a Occidente.
En conclusión, la Siria de Bashar Assad representa una amenaza para la inestabilidad regional mucho mayor que la Siria de Hafez Assad, en concreto por ser tan volátil. Esto debería de indicar a Washington que ir diciendo que es hora de que Bashar Assad abandone el poder sin más dista mucho de ser suficiente.
El señor Romirowsky es analista del Middle East Forum, adjunto de la Fundación para la Defensa de las Democracias y miembro del Kings College londinense. Ocupa el puesto de enlace militar con el Reino Hachemita de Jordania.