Finalmente, con la intervención de Raúl Castro este miércoles en La Habana, durante la reunión ministerial del Buró de Coordinación del Movimiento de Países No Alineados (NOAL), la postura oficial del régimen cubano frente al relajamiento del embargo iniciado por la Administración Obama, es un hecho.
Se veía venir, pero es importante que sea Raúl Castro, y no su hermano moribundo –dado que se supone que es Raúl Castro el gobernante cubano en funciones–, quien ponga los puntos sobre las íes del circo totalitario. Según el discurso de barricada propio de la gendarmería castrista, "no es Cuba quien tiene que hacer gestos", y el alcance de las medidas tomadas por la Casa Blanca, que liberan los viajes y las remesas hacia Cuba, autorizando a las empresas de telecomunicaciones norteamericanas a comerciar con la Isla, es "mínimo".
Esto último debe traer en ascuas a la vieja guardia reaccionaria. Durante mucho tiempo ha esgrimido el pretexto de que los cubanos no tienen acceso libre a internet porque se lo impide el "bloqueo yanqui", que hace el acceso al cable de fibra óptica que pasa cerca de la Isla poco menos que imposible. Ahora, resulta que la letanía ya no funciona del todo y encima Washington espera un gesto para continuar con el desmantelamiento del embargo. Digamos, la liberación de los presos políticos. Digamos –y aquí se la ponen más difícil aún al castrismo– el levantamiento de los crueles impuestos gracias a los cuales el régimen se queda con el 20% del dinero que los familiares de los cubanos envían desde Estados Unidos.
Se veía venir la reacción de Raúl Castro. Forma parte de un libreto aprendido del que el exilio cubano, sus analistas y políticos, venía advirtiéndonos hace ya tiempo. Lo interesante es que no se produce bajo la Administración del "malo" de Bush, sino del mediático Obama. Que se produce en momentos en que la Administración Obama, con una secretaria de Estado que no olvida el derribo de las avionetas de Hermanos al Rescate, parece dispuesta a proporcionar las dosis de simbología y ajedrez político que lleva el castrismo. Claro, está de más decir que lo último que debe hacerse es entregarlo todo sin recibir nada a cambio.
Tiene que haber gestos, y gestos contundentes, para que haya créditos. La voluntad de cambio del régimen tiene que hacerse creíble, materializarse, para que los gestos estadounidenses traspasen la barrera del turismo, las telecomunicaciones o las remesas. Pero eso sabemos que no pasará mientras vivan los hermanos Castro. O mientras estén al mando.