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Antonio Robles

Sociedad bilingüe, escuela bilingüe

¿Qué tienen en común la expropiación de YPF (Repsol), el fervor electoral por el partido Nazi en los años treinta, o la denuncia por expolio fiscal y exclusión lingüística de los gobiernos nacionalistas de Cataluña?

¿Qué tienen en común la expropiación de YPF (Repsol), el fervor electoral por el partido Nazi en los años treinta, o la denuncia por expolio fiscal y exclusión lingüística de los gobiernos nacionalistas de Cataluña? Un viejo conocido de infausta memoria para Europa, el nacionalismo. ¿Por qué?

Aguanten un poquito, déjenme que vaya antes al Teatro Goya, de Barcelona. El próximo sábado, 21 de Abril, a las 11 de la mañana todos los ciudadanos estamos convocados en su espacio para defender la libertad lingüística y el cumplimiento de las sentencias judiciales que obligan al Gobierno de la Generalidad a introducir al español como lengua docente en la escuela. Aunque parezca que ese teatro, el próximo 21 de Abril nada tenga que ver con la pregunta, verán que en realidad la explica entera.

No se trata sólo de mostrar la indignación contra un Gobierno por incumplir sentencias firmes del Tribunal Supremo, sino también de hacer visible el rechazo al racismo cultural del poder nacionalista por parte de la sociedad civil amedrentada y negada por él.

La empresa es de tal envergadura, la exclusión ha llegado tan lejos y el desprecio por las reglas de juego tan evidentes que ya no puede haber disculpa alguna de ningún partido constitucionalista para no sumarse al acto. La voluntad de los convocantes ha sido llevar a cabo un acto unitario que incluía a los dos partidos nacionales que defienden los mismos principios de libertad lingüística y respeto a la separación de poderes: PP y UPyD. A la hora de redactar este artículo, el PP se ha sumado y UPyD ha publicado una nota donde excusa su asistencia.

Volvamos al por qué inicial. Las indemnizaciones económicas que el Tratado de Versalles de 1919 impuso a Alemania en concepto de reparaciones de guerra, fueron convertidas por Adolf Hitler en la disculpa para inflamar el nacionalismo de los alemanes, ganar su favor electoral y justificar todos sus abusos. Así llegó al poder. El populismo y la demagogia nacionalista de la peronista, Cristina Fernández Kischner, son la única coartada de la expropiación de YPF (Repsol). El Nobel Mario Vargas Llosa ha puesto el relato de la manipulación de fondo: "una opción nacionalista para enmascarar una realidad: la crisis económica que afecta a su país". La misma sucia jugada que llevó a la dictadura militar de Videla a la guerra de las Malvinas. ¿Acaso no está fundamentada en la misma manipulación de nazis y peronistas la acusación de expolio fiscal por parte del nacionalcatalanismo? ¿Qué diferencia hay entre el "España nos roba" y el "Francia nos roba" de Hitler? ¿Qué diferencia hay entre estas dos sucias maneras de manipular las emociones tribales de los ciudadanos, de la disculpa de la señora Kirchner cuando se pavonea de "recuperar la soberanía nacional de los recursos energéticos"?

Tiempos históricos distintos, objetivos diferentes en latitudes diferentes, pero los tres formalmente cortados por el mismo patrón: manipular los sentimientos nacionales y, desde ellos, llevar a cabo tropelías genocidas en el caso de la Alemania nazi, sueños soberanistas adobados de exclusiones lingüísticas, en el caso del catalanismo, y abusos de corte mafioso en el del peronismo argentino. Sería escandalosamente frívolo y una afrenta a las víctimas del holocausto, comparar los fines, el alcance y las consecuencias de unos y otros. Pero completamente legítimo si hablamos del mecanismo manipulador que a unos y a otros les ha permitido conseguir sus distintos fines.

Volvamos al Teatro Goya. No debería haber disculpa alguna para rechazar la participación en este acto unitario. La defensa de lo que nos une, no puede reducirse a un eslogan. Es hora de que los movimientos tácticos partidistas de unos y otros cedan ante el bien común de los españoles.

Llegará un día en que, en una sociedad bilingüe, nadie ose negar una escuela bilingüe. Es tan injustificable, desvergonzado e intolerable, que sólo en una sociedad envenenada de nacionalismo puede colar semejante injusticia. A esa pandilla de caraduras que niegan a los hijos de los demás lo que no tolerarían que negaran a sus hijos, se les debe plantar cara, perderles el respeto, demostrarles nuestra superioridad moral. Y una buena ocasión nos la da este acto convocado bajo el lema: "Una sociedad bilingüe, una escuela bilingüe". Tan de cajón, que cuando dentro de unos años los libros de historia nos expliquen que hubo un tiempo en Cataluña donde una pandilla de catalibanes lograron excluir de la escuela la lengua común de España y mayoritaria de los catalanes, nadie de entre los que nunca lo vivieron podrá comprender cómo fue posible semejante abuso; y quienes lo hubiéramos sufrido, nos preguntaremos por qué fuimos tan cobardes.

Así que, ahora que aún no ha llegado ese tiempo de lamentos por haber permitido el mal, ahora, repito, tenemos en nuestra mano combatirlo. Sumémonos a los convocantes y llenemos el Teatro Goya. Así es como se construye la humanidad.

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