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Antonio Robles

Secuestrados por un mito

El nacionalismo tiene un proyecto: la independencia. España no tiene ninguno. Eso es todo.

El nacionalismo tiene un proyecto: la independencia. España no tiene ninguno. Eso es todo.

El nacionalismo tiene un proyecto: la independencia. España no tiene ninguno. Eso es todo. Ayer, 11 de septiembre de 2013, asistimos a la culminación de una ficción construida durante los últimos cien años que ha logrado convertirse en una amenazante realidad. Porque si esta ficción independentista es hoy algo, es, ante todo, realidad. Importa poco si está levantada sobre mitos, mentiras o victimismo. Que nadie se engañe, los cuatrocientos o quinientos mil ciudadanos que salieron ayer para obedecer la consigna independentista de la ANC son reales, y su entusiasmo por la independencia, una necesidad vital. No verlo, o no reconocer este éxito del nacionalismo, es suicida, además de necio.

Pero, a la vez, la vía catalana a la independencia de ayer fue la plasmación más diáfana de la muerte del periodismo en Cataluña, de la utilización partidista de los medios públicos y de la insurrección de las instituciones del Estado en Cataluña contra la legalidad vigente española. Los síntomas del futuro patológico que nos espera. Nada bueno trajo nunca excitar a la tribu.

La realidad ya no es la calle, es la tele, es la radio. TV3, Catalunya Radio, RAC 1… son verdaderos centros de mando, desde los cuales se dan consignas, se distribuyen tareas y se gestionan los guiones que deben prevalecer para la agitación interna y la propaganda externa. A esto último le llaman "internacionalizar el conflicto". Un constante agip prop donde los periodistas forman parte del guión diseñado por el gran hermano nacionalista. Una verdadera ruina para la pluralidad y la libertad de expresión en Cataluña.

Es paradójico: una sociedad que se encadena de norte a sur para exigir libertad, hace todo para negarla. Y con entusiasmo. Pasarán a la historia de la manipulación política las sesiones de radio que nos han dado estos últimos días para exaltar ese parque temático del independentismo en que han convertido cuatro ruinas y mil mentiras en el antiguo mercado del Borne. La desvergüenza ha llegado a señalarlo como la "zona cero" de Cataluña. No se pueden distorsionar más los hechos históricos para acomodarlos al mito de la nación oprimida y al Estado perdido que nunca existió. A la altura de la comparación de Artur Mas con Martin Luther King.

Pero hoy, en esta sugestión colectiva en que vive Cataluña, todo vale y todo cuela. Un entusiasmo enfermizo se ha apoderado de cientos de miles de personas, al ritmo de las imágenes emitidas por TV3 con todos los ingredientes de un drama, donde los niños y los adolescentes son utilizados para servir de referentes a los de su edad. Hay que encadenar a las nuevas generaciones al proyecto independentista como se tararea un estribillo publicitario diseñado por una marca comercial. Detrás no hay razonamiento alguno, sólo la fuerza de la emoción. Secuestrados por un mito, hoy cientos de miles de nacionalistas han simplificado la realidad hasta reducirla a su perímetro mental. Un abismo en el que se cae fácilmente pero del que ya no se sale nunca.

P.D: La culminación del agip prop de TV3 fue la película Fènix 11.23, dirigida por Joel Joan y Sergi Lara. Un documento de simplicidad extrema donde el Estado aparece como el gran opresor frente a un niño inocente que es tratado como un terrorista por defender el catalán. El hecho que la inspiró es bien distinto, pero eso es lo de menos en la Cataluña donde un Joel Joan subvencionadísimo dijo unos días antes de la Diada independentista de 2012: "Cuando se dé la vuelta a la tortilla, los que no sean independentistas serán traidores". La intención de TV3 al proyectar esa cloaca ética subvencionada por la Generalidad inmediatamente después de la cadena humana no podía ser otro que envenenar la sangre de todos los catalanes. Una verdadera corrupción moral. ¡Y después dicen que no tienen nada contra España!

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