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Antonio Robles

Pacifismo militarista de Cataluña

Sí, sí, ríanse lo que quieran, pero en Cataluña hasta el disparate más indigerible se metaboliza a fuerza de repetirlo.

Lo más preocupante de los planes militares de la Asamblea Nacional de Cataluña (ANC) es la contradicción entre la militancia pacifista con que presentan la independencia y sus planes militaristas con todos los vicios de la guerra sucia. Incluida una agencia de inteligencia diseñada con mentalidad racista. La misma contradicción que separa las promesas del Govern de respetar el castellano en un hipotético Estado catalán de la limpieza lingüística que llevan a cabo en las escuelas.

La entradilla de Crónica Global lo dice todo:

La ANC explica "cómo hacer frente a una agresión convencional" de "los estados vecinos" tras una supuesta independencia de Cataluña. En ese caso, apuesta por abandonar las grandes ciudades y emprender "una guerra de guerrillas" con "emboscadas, sabotajes e incursiones" para "hostilizar y diezmar al ocupante y hacer insostenible la ocupación a largo plazo". También prepara unos servicios de inteligencia y contrainteligencia, formados por superdotados, y con "una unidad especializada en españolismo violento".

Quienes estamos acostumbrados a estos adolescentes mal criados, o criados en la pedagogía del odio, estas extravagancias nunca las tomamos a broma. Y mucho menos nos pitorreamos de ellas, actitud muy común entre buena parte de españoles. Así nos va.

Tómenselos en serio. Les contaré una anécdota. Corría el año 1981. Por entonces había comenzado a dar clases en un instituto público de Masnou, una población de la costa, muy cerca de Barcelona. En aquellos tiempos el independentismo era inexistente, las clases se daban en catalán y castellano indistintamente y el catalanismo era puramente cultural. O eso creíamos. Ni siquiera existía TV3. Pues bien, una mañana, en horario lectivo, se paralizaron las clases porque en el salón de actos un tal Félix Cucurull iba a dar una conferencia sobre la historia de Cataluña. La sarta de disparates históricos fue monumental. Por vez primera escuché que la guerra de sucesión de 1714 había sido una guerra de España contra Cataluña y no como creíamos. Me sorprendieron los disparates, pero aún más la actitud de un grupo de profesores, que había planificado la conferencia con claras intenciones de influir en los alumnos. Entonces no lo sabía, pero actuaban con la misma complicidad que ahora lo hacen en organizaciones como la ANC. Desde entonces a hoy ha llovido mucho, los disparates se infiltraban sin ruido en la mente de los escolares. Ahora se publican y se alardea de ellos. Pero en ambos casos tenían el cometido de hacerlos cotidianos y por lo mismo creíbles.

Viene a cuento porque sus últimos atrevimientos y planes han roto todos los esquemas del personal. El vídeo de Víctor Cucurull, secretario de la ANC diseñada por Artur Mas, ha logrado levantar las carcajadas de media España con disparates tan osados como el de afirmar que Roma no fue nada hasta que la influencia de Cataluña la hizo grande. A Colón, Santa Teresa de Jesús, etc., se une ahora Leonardo Da Vinci, también catalán; de Vich, para más señas. Con un par.

Sí, sí, ríanse lo que quieran con el vídeo, pero en Cataluña hasta el disparate más indigerible se metaboliza a fuerza de repetirlo. Es un proceso similar a la función que tiene la catarsis en el psicoanálisis: a fuerza de verbalizar el trauma, éste acaba integrándose en nuestras vidas con normalidad. Con las mentiras históricas o las reivindicaciones políticas más extravagantes pasa lo mismo: se esparcen y acaban apareciendo normales a base de repetirlas compulsivamente. Así, del mismo modo en que han logrado imponer Guerra del Francés frente a Guerra de la independencia o Guerra de España contra Cataluña frente a Guerra Civil, acabarán haciendo normal propuestas como ceder a China el puerto de Barcelona para una base naval nuclear, crear una Marina y un Ejército con 50.000 hombres o fichar cerebritos para espiar a la pérfida España y planificar una guerra de guerrillas.

La broma del Ejército propio se elevaría a 7.000 u 8.000 millones de euros. ¡Manda huevos! ¡Quieren un Ejército propio y se niegan a pagar los chalecos antibala de los Mozos de Escuadra…!

Cualquier Estado moderno gasta millones para prever cualquier conspiración contra su seguridad. Aquí se transmite en directo por TV3, y nadie se da por advertido (¡…?)

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