La suelta de residuos tóxicos en nombre de los Derechos Humanos se está viviendo de muy diferentes maneras, pero todas concuerdan en una misma cosa: se ha maltratado a las víctimas.
La indignación de políticos, medios de comunicación y portavoces de las propias víctimas coinciden en señalar que las víctimas no se merecían esto. Reducen el mal al mal ocasionado a muertos y familiares. En su nombre se arremete contra la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, y se subraya la maldad intrínseca de los asesinos beneficiados por su decisión.
Es hermoso y demuestran piedad, pero cometen un grave error: el mal cometido por ETA no se reduce a los muertos, ni se solventaría con dar satisfacción a las víctimas colaterales, sus familiares y amigos. No son solo las víctimas, ni principalmente las víctimas, si se las toma como argumento único para subrayar la insensibilidad del desenlace judicial de la Doctrina Parot.
Cada amenaza terrorista buscaba amedrentar a la sociedad entera, aunque la amenaza fuera individual o limitada a un colectivo; con cada asesinato, ETA pretendía no solo segar una vida o quebrar una familia, sino doblegar al Estado de Derecho entero. Es el ideal de justicia representado por el Estado el que ha sido burlado, no solo por el TEDH, sino por nuestro TC cuando permitió que llegaran a las instituciones quienes las habían burlado y pretenden derruirlas desde dentro. En una palabra, no son nuestros muertos solo, ni se puede reducir a ellos el mal, muy al contrario, es el ideal de justicia, aquel que se constituyó en Derecho para defender con la violencia legítima del Estado a cada miembro de la sociedad, quien ha sido humillado en nombre de los Derechos Humanos.
Por eso la piedad por las víctimas falsea el problema y minimiza su aportación al bien común. Sobre todo cuando media la ignorancia, la irresponsabilidad o la indiferencia ante el mal generado al Estado. Ha dejado dicho Rubalcaba: lo que tenemos que hacer las fuerzas políticas es "estar con esa gente que lo va a pasar muy mal". A eso reduce el problema, a "esa" gente, dice con frialdad. Como si el problema ocasionado por esta sentencia se redujera a la incomodidad de unas cuantas víctimas, cuando el problema de verdad es la legitimación política que ETA ha logrado con esta sentencia, y que utilizará sin descanso para derruir el Estado.
No era en nombre de los muertos por los que mandó Inglaterra a la nación entera contra la Alemania nazi, sino en nombre de la supervivencia de un mundo libre, representado por los Estados Democráticos de Derecho. Esta es precisamente la razón de nuestros muertos, por ese ideal murieron. De ahí la obscenidad de esa maldita sentencia.
Un enigma: ¿por qué esa tendencia irreprimible a buscar razones mil para aplicar los Derechos Humanos a los verdugos y tanta desidia en procurárselos a sus víctimas?