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Antonio Robles

Más cornadas da el hambre

La enmienda no prosperó. Pero Laura firmó. Firmó contra sus derechos, firmó contra su lengua, firmó contra los suyos, firmó a sabiendas de la utilización que de su firma haría el nacionalismo contra los derechos de miles de latinoamericanos.

Pocas vivencias producen mayor desolación que asistir impotente a la humillación voluntaria de un ser humano ante la posición de fuerza de otro. Pongamos que hablo de esos inmigrantes humildes, obligados a reírle todas las gracias a los entornos políticos de las sociedades donde viven. No es nada nuevo en la historia, ocurre en muchos rincones del planeta. En Cataluña, a diario. Todos los ejemplos tienen una característica común: Participan en contra de su voluntad de las pautas culturales, políticas o lingüísticas a costa de su propia dignidad. Cuando la necesidad aprieta, simulan la adhesión. En uno y otro caso existe humillación, porque no son opciones elegidas sino impuestas por una relación humana desigual.

Nada que ver con la integración real en otra cultura, con el respeto por la sociedad de acogida. Esto sería lo deseable. En la integración se da voluntariedad y relación democrática entre iguales. Por el contrario, la adhesión ritualizada e incondicional es el rastro del acoso cultural. Y sus señas de identidad son las reconversiones repentinas. Los ejemplos públicos son singulares y escasos, pero su simbología mueven a la piedad: Óscard Willard, inmigrante colombiano con siete años de residencia en Cataluña y enrolado en la "Plataforma por el Derecho a Decidir", pide públicamente en un manifiesto leído en el Ateneo de Barcelona el derecho a decidir en referéndum la independencia de Cataluña y rechaza la legitimidad del Tribunal Constitucional Español para juzgar el Estatuto de Cataluña. Todo en catalán, no podía ser de otra manera. Su rostro cobrizo, como el negro de cuota que cualquier manifestación nacionalista coloca en el centro de la pancarta para aparentar acogida e igualdad, resalta la extravagancia. En siete años ya ha interiorizado el odio a España. ¡Pobre diablo!, no creo que haya tenido oportunidad de elegir, quizás es listo y quiera sacar dividendos confundiéndose con el paisaje; como las seis federaciones latinoamericanos que el pasado 11 de febrero de 2009 firmaron el "Pacte nacional per a la inmigració", a pesar de estar en contra. No es metáfora, es el ejemplo empírico y real del acoso cultural de unos y de la debilidad social de otros.

El texto completo del pacto se lo simplificaron en una sola hoja que habían de firmar sin tiempo real para enmendar nada. Desconocimiento y precipitación. La cuestión era conseguir su firma, meter al rebaño recién llegado al redil y cebarlo con subvenciones para reducirlos al silencio.

Laura Rojas, presidenta de FASANCAT, la más importante Federación de entidades latinoamericanas de Cataluña, no obstante, enmienda el punto en el que determina que el catalán será la única lengua de relación en Cataluña, ("Fer del català la llengua pública comuna"). Su "Federación de Asociaciones Americanas en Catalunya" considera que en esta comunidad hay dos lenguas oficiales e igualmente dignas, y proponen este texto alternativo: "hacer del catalán y del castellano, que son lenguas oficiales, las lenguas de uso habitual en los espacios públicos" ("fer del català i del castellà, que son llengües oficials, les llengües d’us habitual en l’espai públic"). Pobre ingenua, era esa libertad lingüística la que expresamente se quiso eliminar del Pacto. Aunque poco importaba ya, pues el Pacto ya estaba cerrado y firmado desde el 19 de diciembre de 2008 por ERC, PSC, CiU i ICV (Se negaron a firmarlo C’s y PP).

La enmienda no prosperó. Pero Laura firmó. Firmó contra sus derechos, firmó contra su lengua, firmó contra los suyos, firmó a sabiendas de la utilización que de su firma haría el nacionalismo contra los derechos de miles de latinoamericanos. Firmó, como todos los demás. Y lo que es peor, todos estaban en contra. Todos, incluso Javier García Bonomi, presidente de la "Federación de Entidades Latinoamericanas de Catalunya", un testaferro del Partido Socialista inventado para evitar que otras federaciones exijan respeto para sus derechos lingüísticos y culturales. Es el sino de todas estas entidades. ERC, CiU, PSC y ICV se han repartido "los rebaños", y cada uno los mete en su redil. El último en incorporarse ha sido ERC, pero ya pastorea a gitanos, magrebíes y centroafricanos. En unos y otros casos, la misma vejación, tomar al inmigrante como cosa.

Debe ser duro ser consciente del atropello y finalmente firmar. Mala cosa. He hablado con algunos de ellos, la procesión la llevan por dentro. Todo lo más se disculpan: "Es que si no lo apoyamos, nos quedamos sin subvenciones". A la vista del cazo, perdieron el fin por el que se constituyeron. "Estoy muerta si me singularizo". Ya. Como todos, mujer, como todos.

En Sociedad

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