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Antonio Robles

Los tramposos del derecho a decidir

El PSC entra al trapo como un pardillo, o como un consumado mamporrero.

La propuesta de resolución por el derecho a decidir presentada por el nacionalismo catalán el pasado martes en el Congreso de los Diputados es una explicación completa de las formar simuladas y tramposas utilizadas por el nacionalismo catalán a lo largo y ancho de estos últimos treinta años, y de sus objetivos últimos. En el Parlamento de Cataluña votan con soberbia de lobos una declaración de soberanía y en el Congreso de los Diputados piden, con piel de cordero, diálogo al Gobierno español para hablar sobre el derecho a decidir. En Madrid, como gustan simplificar, buscan empatías y diálogo para iniciar una consulta al pueblo de Cataluña dentro de la ley, y en Cataluña se declaran sujeto político y soberano. Y el PSC entra al trapo como un pardillo, o como un consumado mamporrero.

Es bueno dejar sentado de salida de qué están hablando cuando hablan del derecho a decidir –aunque todos sepamos de qué hablan–, para evitar eufemismos tramposos. Si hoy en Cataluña se habla del derecho a decidir por el nacionalismo es, en primer lugar, porque exigir un referéndum de autodeterminación de los pueblos está vedado por el derecho internacional. Cegado ese camino en los últimos años, han escogido esa falsa aspiración a la libertad democrática que aparenta poseer el derecho a decidir para vender victimismo al incauto y afear como antidemocrática la legitimidad constitucional. Pretenden cargarse de razón para saltársela. Y, en segundo lugar, porque no pueden enfrentar la secesión directamente y a las claras. Porque ese, ¡y solo ese!, es el derecho a decidir que piden. No lo hacen para que los catalanes alcancen el derecho a decidir como fórmula de ampliar sus derechos cívicos y políticos. En ningún caso. Los mismos nacionalistas que exigen el derecho a decidir nunca permitirían que tuviésemos el derecho a decidir la lengua en que queremos que estudien nuestros hijos, o si queremos o no otra ley electoral, Monarquía o República, recortes en Sanidad o en TV3, Guardia Civil o Mozos de Escuadra. No, todo se reduce a ver cómo consiguen el fin sin que se note el cuidado.

Por eso la postura del PSC (el cálculo de Chacón no debería merecer ni una mera mención por su irrelevancia para el problema general que nos ocupa y la mezquindad de su abandono) es patética, acomplejada y cobarde. ¿Acaso no saben que el derecho a decidir solo es la última trampa para seguir vendiendo independencia? ¿Acaso no saben que esa deriva solo les lleva a la irrelevancia política en Cataluña? ¿Acaso no saben que los soberanistas de entre sus filas les boicotearán en las próximas elecciones si sólo se quedan en la pamplina del derecho a decidir, sin ejercerlo en la dirección de la independencia; y si le hacen el juego a estos los no soberanistas huirán como alma que lleva al diablo? ¿Acaso no saben que esa dialéctica los romperá como partido tarde o temprano, y mientras tanto se irán encogiendo como la mojama? ¿Acaso no saben que es la mayor contribución que pudieran hacer a la derecha catalana de CiU y PPC?

Descarto por completo que rompan con el PSOE. Un PSC sin PSOE se disolvería en ERC, ICV-EUiA, CiU y C’s. Y un PSOE sin PSC no ganaría una elecciones generales ni con otro 11-M. Los que esperan una reedición de la antigua Federación Catalana del PSOE, que esperen sentados. Ni a uno ni a otro les interesa. Y no serán los principios –ninguno de los dos los tienen–, sino esos intereses electorales, lo que al final les mantendrá unidos, pero menos.

En cualquier caso, esa escenificación soberanista de partido sólo ha sido un adelanto de otras soberanías nacionales por venir. Al tiempo. Y en España, que si son galgos o podencos.

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