Una plaga de analfabetos se ha apoderado de nuestros ministerios. No es que sean malos sus responsables, es que ignoran el alcance de sus políticas. La decisión de la ministra de la Igualdad, Bibiana Aído, de permitir a una adolescente acceder a la píldora del día siguiente sin receta médica o la propuesta de resolución del diputado socialista José Alberto Cabañes de controlar los patios de recreo para eliminar los estereotipos que mantienen los roles machistas, son dos iniciativas estúpidas, no por la intención, sino por su fundamento cognitivo. Sólo un detalle de cada iniciativa para comprobar como nuestros responsables políticos desprecian cuanto ignoran. Les ocurre como la predilección de los niños por los colores vivos, escogen lo primero que reluce sin reparar en sus consecuencias.
Sobre la píldora del día después: uno de los errores civilizadores de la sociedad ociosa de nuestro tiempo es la incapacidad de los adolescentes para hacerse cargo de la fragilidad del bienestar en el que viven. Inadvertidos del esfuerzo que ha costado a generaciones anteriores conseguirlo, se esfuerzan poco y a regañadientes; y a la primera frustración tienden a tomar el camino más fácil: el de la inmoralidad social. Nunca antes nos hemos concedido tantas disculpas para dejar de cumplir con ciertas reglas sociales: como ser consecuentes con la palabra dada, respetar los intereses de los demás, esforzarse en el cumplimiento del deber o hacerse cargo de los propios errores.
Más allá de los códigos morales de unos y otros sobre la sexualidad (en este debate se ha cometido el error de mezclar las propias convicciones morales sobre la sexualidad con las consecuencias sociales de una osadía política), la decisión de Bibiana Aído de permitir a una adolescente de 13 años acceder a la píldora del día después, o la de abortar a los 16 años sin permiso paterno, está fomentando la irresponsabilidad y el escapismo ante las propias decisiones. En vez de afrontar un error, la decisión alienta la simulación, promociona la disculpa, agranda la incomunicación con unos padres a quienes les preocupa la suerte de sus hijos y son responsables de su educación, incita a repetir esa conducta en el resto de situaciones conflictivas y fomenta la irresponsabilidad ante sus propios actos. Es la filosofía LOGSE que ha hundido nuestro sistema educativo y ha convertido en perezosas, egoístas y caprichosas a varias generaciones de españoles.
Por el contrario, la propuesta parlamentaria de controlar los juegos en los patios escolares para eliminar los estereotipos que mantienen los roles machistas, delata la ignorancia de quien creyendo que está salvando al mundo, lo ridiculiza con su ineptitud. Parece ignorar los últimos conocimientos sobre el debate histórico sobre la construcción de la personalidad que tradicionalmente viene dado por la dialéctica entre naturaleza y cultura. ¿Qué somos? ¿Fruto de nuestros genes o de nuestra cultura?
A principios de los 60 y todos los 70 hubo una corriente feminista muy categórica: si las mujeres se ocupan de los niños y de la casa, es porque a las niñas las hacemos jugar con muñecas y a los niños con camiones. La teoría parecía tener sentido, pero para desgracia de los profetas que confunden su ideología con la experiencia científica, la cosa no era tan simple. Además de cultura, incluso, a pesar de la cultura, la genética era previa en determinados comportamientos. Habría de saberlo si quiere conseguir el fin de la igualdad, porque nadie cuestiona tal fin. Como habría de saber que el mal no está en las evidentes diferencias físicas, incluso psicológicas, sino en otorgar a esas diferencias naturales derechos distintos. Recomiendo la Tabla rasa, de Steven Pinker, compendio extraordinario de la disputa.
Si en la píldora del día después y del aborto a los 16 años se deja a cargo de la libertad individual más inmadura –decisiones sensibles–, en la lucha contra los estereotipos sexistas se la violenta y anula. Los dos casos adolecen del mismo error: la ideología. No será mejor un puente construido de amapolas porque el poeta lo cree más bello que el basado en las fuerzas de la física. Nuestros responsables políticos lo habrían de saber.